Es peligroso dudar de un tipo como Mel Gibson que ya ha demostrado que es capaz, eso sí con tiempo, de hacer pinitos serios en esto del cine. Que BraveHeart fue muy interesante y El patriota dejaba mucho que desear, de acuerdo, pero que creo por fin ha lleguado algo en lo que se va a recrear por antonomasia.
Estoy seguro de que va a reventar de fiereza cada uno de sus planos con la contagiosa necesidad de penetrar en los siguientes enseñando la tierna carnaza a los que querremos disfrutar de un espectáculo en toda regla a cerca de Cristo, ahí queda eso. Que va a ser una bomba, que será censurable en ámbitos religiosos, cinematográficos o sociales pero que será digno merecedor de un lugar en las vitrinas de la historia del cine.
Porque me da la sensación de que quiere ser cruel, tierno, meticuloso, salvaje y sincero cuando quiera, ahora sabiendo ya lo que sabe sobre este lenguaje, y que en cierta manera un personaje como el que tiene entre manos no se le va a escapar.
Sabe lo que quiere, lo muestra en ceremonias de marketing con veneplácito del vaticano, y lo va a hacer estallar en nuestras miradas para que disfrutemos de la fuerza y tensión de las imágenes, el dramatismo comercial pero impactante de sus actuaciones y la certera manipulación de la banda sonora quebrando nuestros corazones hasta evocar aplausos al menos por haber tenido arrestos.
Imprescindible, lejos del cielo fílmico pero muy cerca.