Esta película definitivamente no es tan buena como parecía pero no por ello descartable de los mejores lugares del año. Sencilla en cuanto a su concepción de no aislarse de la premisa de la eterna competición, y tan sólo acariciando algo de profundidad de la historia que los atrapa a ambos, se muestra rápida, demasiado en ocasiones, sin oportunidad de digerir las emociones de los personajes con el suficiente regusto, aderezada de escenas mágicas a veces y otras reales e intensas como no podía ser menos.
El juego de ambos actores, con Hugh Jackman mal dirigido, siempre tan melancólico y doliente pero a la vez duro a juzgar sólo por lo que la cámara muestra, que no por él, sirve para arrancar la película de los brazos de la época, y no distraernos demasiado, centrándonos en lo interesante de las actuaciones de magia, en su pelea y búsqueda pero echando en falta más minutos cuando las desgracias se acercan y destruyen la amistad de una vez por todas. Aún así, se muestra bastante equilibrada y advierte momentos de ingenio y distracción para no hacerla pesada tras tanto miramiento de tiempo y líneas de vida cruzadas conociendo ya el final, o casi.
Como una oportunidad de deslumbrar, a la vez, enseñar a unos personajes dignos, Christian Bale magnífico, y alegrarnos los ojos con algunas tomas, que no muchas, es cierto que acaba sabiendo a poco, como si faltara primero calma y después más segundos para disfrutar de ese odio y que no se envíe al espectador con muchas más tomas de miradas que de palabras. Una película muy decente, que por momentos asciende, en otros se queda en la ciencia refugiada, pero que no tiene el suficiente sabor a redondez como para acercarse a mejores notas, por poco intensa aunque sí dinámica, no confundir, que sea.