El catastrofismo como hilo conductor de este par de enamorados, elegidos para cumplir con el atontamiento general necesario en este tipo de intentos modélicos de risa abultada, suele ser un buen relleno para no hacer demasiado larga e indigesta la cena.
Los ingredientes no tienen demasiaso de originales, y las conversaciones tontas superan las estúpidas por muy poco. Por último el juego de filosofías de vida es verdaderamente denunciable, todo ante la mirada de un personaje capo de la música que deja bastante que desear. Una pequeñez pequeña.