Este es uno de los títulos potentes de
la temporada, y el visionado es casi obligado. Se trata de la
adaptación del bestseller de Yann Martel. Una historia llena
de simbolismo y con una narración muy particular. Un proyecto
difícil para la gran pantalla que supone un nuevo reto estético y
técnico para el atrevido director todoterreno, Ang Lee. Y
para colmo, en 3D, un formato que si bien no me interesa nada, podría
ser útil en las manos de este director que ya nos ha sorprendido con
sus elecciones formales en películas como la deliciosa Tigre y
Dragón o la resultona Hulk.
Lee se adapta a lo que haga falta, a la
vieja Inglaterra de Jane Austen en Sentido y sensibilidad, al
drama Malboro de Brokeback Mountain... siempre como si fuera
su estilo personal y siempre distinto. Ahora se envuelve de la
imaginería india más clásica, con una composición minimalista con
pocas formas bien contrastadas. Si no me lo dicen, juraría que detrás
de esta película tenemos a Tarsem Singh. Una vez más, el director
más camaleónico se ha adaptado.
Ahora bien, seamos conscientes de que
esta obra de fuerte simbolismo y mensajes intensos se le ha podido ir
de las manos. Detrás de una supuesta originalidad en la narración
podemos encontrar algunos caminos fáciles, pose para masas,
emociones simplistas. Dicho de otra manera, tiene cierto tufillo a
Slumdog Millionaire -será por la India. Una premisa original
con recursos narrativos muy cuestionables. Y lo peor de todo, parece
que va a ser una candidata clave en los Oscar, se convertirá en un
hype y quizá la terminemos detestando, porque lo que podría ser una
simple curiosidad imperfecta se nos querrá hacer ver que es una
maravilla. Así que veámosla pronto, antes de que nos cansemos de
ella.