Tim Allen, incombustible animador de las fiestas y lo creamos o no uno de los pocos que se puede permitir ser el amo de las familias en el mundo del cine, vuelve con una película de corte infantil pero familiar que no va a destapar el tarro de las esencias pero que probablemente sea una ocasión formal de ver algo sin demasiado olor a grandeza.
La idea de convertirse en perro mediante un suero mutado es suficiente para crear un porque y seguir hasta la hora y media de película, por lo menos. A veces hasta agradezco productos como este, sencillo y sin exagerar como otros enjendros que pululan por ahí.