Esta película es un sucedáneo de mezclas de típicos giros de plano y guión de otras tantas mediocres películas de terror, pero es que aún cuando estás del todo conforme con ver eso, cuando crees que es un rato pasajero y listo, te encuentras con un destrozo importante desde varios puntos de vista que no parecen tan complicados.
Nawja Ninri mantiene su papel más o menos entero, sustentando el nivel actoral con mucho esfuerzo, pero el resto son un coro débil que no entran en la película desde ninguno de los ángulos, sobre todo, haciendo especial mención a una Ingrid Rubio que hace lo que puede, pero que no es la idónea para el papel, porque no plasma, sólo pone rostros y jadea para asustar.
Y aunque estos apartados fueran mediocres, tenemos una serie de planos de cuchillo, de pases fantasmas por los pasillos, de muertes resucitadas y comportamientos exagerados por parte del guión para la enferma trastornada, que suenan a la serie B con mayúsculas.
Si las conversaciones, vacías y llenas de puntos calientes que hacen del film un lugar predecible, no ayudan, tenemos la casa, liosa y laberíntica sin tener que serlo, que no se entiende sobre todo en el largísimo y pesado final de oscuridades e intentos de corte por doquier.
Una película torpe donde las haya, típica pero exagerada, lenta en detalles que se remarcan para hacerla más evidente y de banda sonora incierta, extraña y vociferante para provocar lo improvocable, cierto grado de miedo en un público esperando el final para marcharse.