Roberto Castón desnuda su propuesta hasta el máximo para que toda la obra se sostenga sobre los actores. No hay escenarios, más que pequeños detalles de atrezo. A veces, la postura de los actores ni siquiera es la que corresponde con la escena. De esta manera destaca la verdadera esencia de un drama de personajes, eliminando todo lo superfluo. Obviamente, es fácil pensar en Dogville de Lars von Trier, por la reducción absoluta de escenarios, aunque es significativamente diferente. Aquí hay una razón explícita para hacerlo: lo que vemos en realidad es el ensayo de guión de los actores, adornado hasta cierto punto. Por otro lado, la propuesta es más libre, cambiando el formato a conveniencia. Ofreciendo una composición más completa, más cercana a la representación fiel cuando quiere enfatizar los momentos, y más alejada cuando las escenas no requieren tanta inmersión.
La película tiene esa actitud tan posmoderna de admitir desde el principio la falsedad de la ficción, de mostrar las costuras. Es tan sincera en cuanto a que lo que estamos viendo es la representación de unos actores, que no permite al espectador juzgar su credibilidad. Como en el teatro, entra en juego la imaginación del espectador que debe rellenar los espacios negros, en incluso más allá, resituar a los actores con otra actitud y otros complementos. Está muy bien conseguido porque apunta con pequeños complementos, y sobre todo, con un sonido protagonista, un conjunto que obvia aquello que el cerebro no necesita. Se atreve a utilizar recursos más atrevidos, invisibilizando a uno de los personajes, consiguiendo así que cada uno imagine el máximo nivel de seducción, que quizá no podría haber alcanzado una persona real. Es mucho más que un seductor, es la idea de la seducción.
Por otro lado, confunde los niveles hasta el punto de que plantea preguntas acerca del significado de sus imágenes. Por ejemplo, cuando la acción se corta y escuchamos las indicaciones del director: ¿estamos viendo una representación sin paredes de lo que sería un rodaje, o estamos viendo el (falso) rodaje de lo que sería una película sin paredes? Es decir, ¿debemos imaginar un rodaje con paredes o es el rodaje de la película sin paredes? Esta ambigüedad tan radical en el significado no la veía desde H Story, de Nobuhiro Suwa.
Más allá del juego de metaficción, que es rico y da mucho en qué pensar, hay una historia "tradicional". Es la historia desnuda la que, junto al excelente reparto, se lo está jugando. La historia de la ficción funciona muy bien. Algunos elementos atípicos -en argumento y en matices de los personajes- y un retrato muy completo de las diferentes situaciones y personajes. Lejos de artificios metafílmicos, me recuerda al cine de François Ozon, y no hablo precisamente de sus juegos de ficción de En la casa, si no más bien a sus personajes y situaciones de películas como Le refuge. Su forma artificial le permite llevar la historia hasta límites que quizá habrían sido más difíciles de aceptar con una composición normal.
Como he dicho antes, un reparto impecable -y no son los nombres más conocidos del cine español- en el que se nota un buen trabajo de actores. Pero cuidado, podríamos pensar que se debe a que Roberto Castón se dedica casi en exclusiva al guión y a los actores, pero no es así. Como decía antes, hay una gran trabajo de dirección para construir una realidad que solo existe en la mente del espectador. Aunque, ¿no podríamos decir eso de toda ficción?