Desde la mayor de las comercialidades existentes, esta película viene a indagar en algo más, esa historia de momentos que en realidad llamamos recuerdos que creemos haber vivido ya, para atraer locamente a la taquilla al espectador más bien intencionado del mundo. Pero lo peor es que después de media hora se habrá acabado el film y tendremos que conformarnos con efectos y acción desesperada, algunos dirían que no es poco.
Denzel Washington (“Plan oculto”, “El mensajero del miedo”, o en la próxima “American Gangster” entre otras), es el encargado de hacernos vibrar como protagonista que no se entera de nada, como nosotros, pero que no tiene más remedio que asumirlo para salir adelante en el peligro más absoluto. Al fin y al cabo es la típica secuencia de historia de Tony Scott, director de “Domino” o “El fuego de la venganza”, desmedido a la hora de mostrar este alarde de madera y más madera de acción y tipos en peligro. Tiene su público, yo no soy de él, incluso a veces me asomo para ver algún resultado efectista en cuanto al montaje y los movimientos de cámara, pero más allá no me acerco porque no hay nada.