Famosos tradicionalmente a través de la pintura y literatura antaño y más recientemente gracias al cine, los lupanares o prostíbulos parisienses han sido y serán atractivos e influyentes se miren por donde se miren. El olor a humo y a rancio, la humedad y ese ambiente cargado es lo mínimo exigible a estas alturas a una película gala que pulula por estos lares. A todo esto y sin ningún tipo de duda mirar con lupa el vestuario por el que por cierto ha sido premiada en los CESAR franceses y probablemente por esta razón también fue seleccionada en Gijón y Cannes.
Escribo, por cierto, sobre la película Casa de tolerancia, bajo la dirección de Bertrand Bonello que tras trabajar el universo del porno y la transexualidad en la gran pantalla ataca en esta ocasión con una de época, sobre la prostitución pero supongo y doy por hecho que sobre mucho más. A estas alturas el mínimo exigible es la tolerancia cero y la versión más veraz, creíble. El ambiente es lo que cuenta. Su máxima es poder gozar de ese mundo pero no de los que lo habitan.