Tony Jaa es un nombre que no nos es ajeno a todos aquellos a los que nos gusta el cine de artes marciales. Se trata de un tipo de películas que suelen vivir entre la serie B y la serie Z, que rara vez tienen un guión medianamente original o algo nuevo que contar y que se basan en lo que mola ver hacer al artista marcial de turno flipadas casi imposibles. Dentro de éste subgénero del cine de acción, tenemos más subsubgéneros. El cine de florituras tipo Tigre y Dragón, de rollos oníricos y feudales con muchas cuerdas como Una historia china de fantasmas, o obras maestras del despropósito como Historia de Ricky (un saludo para SuperMario), capaz de abordar cinco géneros a la vez.
Con Tony Jaa nos encontramos ante un especialista en artes marciales que por un lado resulta enormemente espectacular y por otro reparte ostias como panes. Siento el taco. Pero es que es lo que mejor lo deja claro. La técnica que utiliza es buenísima. Y en todo momento parece que realmente está repartiendo a diestro y siniestro de verdad.
Respecto al presupuesto, parece que ésta vez no estaremos ante la indigencia de Thai Dragon. Una película con grandes posibilidades que se vio limitada por una producción escasísima. Al parecer el rodaje ha estado lleno de incidentes, con lo que es probable que la película se haya visto afectada, pero espero que haya la suficiente coherencia como para que no moleste al ojo.
En definitiva, una película con un público perfectamente definido. Muy recomendable verla en el local con los colegas, alquilarla en el videoclub (si todavía hay alguno) o, si están dispuestos a acercarse al cine como, muy recomendable no olvidar una buena tonelada de palomitas o patatas fritas.