Está claro que la historia de Nelson Mandela es interesante y muy cinematográfica, nos habla de libertad, de lucha, de ética, de la condición humana. Y está claro que la historia de este carcelero y su especial relación con Mandela es completamente adaptable a un guión entretenido y emotivo. A nivel argumental todo eso se ha absorbido bastante bien dentro de la película que, además, tiene una factura técnica de calidad. Sin embargo el guión es profundamente torpe.
Es torpe porque no es capaz de detenerse en las situaciones más personales y en las conversaciones más íntimas, necesitando regirse por un estricto hilo histórico y añadiendo escenas innecesarias de la familia y amigos. Pero también fracasa especialmente a la hora de buscar las transformaciones de los personajes, en parte por lo anterior, porque no les presta las necesarias atenciones a las conversaciones cuidadas.
Se presenta al matrimonio, especialmente a ella, como dos personas con una absoluta insensibilidad racial, cosa que choca especialmente con el cariño de él hacia su amigo de la infancia y sobre todo con el transcurso futuro de su carrera como celador “amigo de los negros”. No vemos ni en él ni en ella una transformación pausada y continua sino unos golpes escalonados de actitud que sólo pueden justificarse de alguna manera con los grandes saltos en el tiempo. Además para hacer reflexionar al protagonista se requiere introducir compañeros de trabajo caricaturescos o esa escena en el que su hija pequeña le da lecciones de ética a modo de marioneta del guionista. Otro ejemplo lamentable es el flashback del protagonista con Bafana, parece una especie de sinopsis de lo que ha sido toda su infancia y como le marcó su final en sólo un par de minutos. En general, salgo muy descontento con el guión.
Lo que sí me parece un acierto es no centrar el protagonismo en Mandela. Además hay un buen trabajo de los intérpretes que ayudan a disfrutar la película. Me retracto con Joseph Fiennes, un actor que nunca me ha convencido, está especialmente bien, contenido y con una imagen y una presencia de lo más adecuadas. Diane Kruger continúa ofreciendo interpretaciones serenas y convincentes. Dennis Haysbert está exactamente como debe estar en su papel de personaje histórico. Muy elegante.
Una película que se ve a gusto a pesar de sus graves defectos en el guión. Podría ser mucho mejor.