Poco hay que decir de este fallido experimento de Miike. Y lo poco que hay, está bien claro, a pesar de que su prólogo (que ya apunta un par de detalles insoportables) parece señalar en una dirección que luego el film no sigue. Una pena. Esos escenarios pintados, esa estética artificial, colorida y exagerada, expresiva en grado sumo, le hubiera hecho mucho bien a una película que, eso sí, también hubiera tenido que durar no más de hora y media.
Claro que ya ahí está un Tarantino actor declamando en un tono, como decía, insoportable, y algún que otro detallito de humor chusco. Todo eso se multiplica después, además de perderse esa puesta en escena tan prometedora.
¿Qué acaba siendo Sukiyaki Western, por lo tanto? Una simple parodia chorra, burda, que se entretiene en las habituales tonterías (¡uy!, me has pillado meando, espera, la última gotita y te mato) y con varios personajes difíciles de tragar: el sheriff, esa suerte de secundario cómico que, como tal, pierde toda efectividad al estar rodeados de varios payasos más y que, además, ya de por sí no era gracioso; el líder de los Rojos, otro histrión bobalicón que repite sus frases mascullando una y otra vez. Son sólo dos ejemplos.
El héroe, ese tipo del que no llegamos a saber una mierda, no tiene ni punch ni interés ni media hostia. Para colmo, cuando teóricamente tiene que demostrar que a todos los niveles está por encima de su enemigo (el líder de los Blancos, de los pocos personajes molones) y matarlo en el duelo final, el que queda como un auténtico crack es precisamente el villano, que hasta se permite detener las balas del héroe con su katana. El héroe, triste elección de Miike y su troupe, se tiene que sacar un arma de la manga para vencer. Sucio final, pero nada que ver con la suciedad que nos gustaría ver en un film que, pretendidamente, homenajea al spaghetti western.
Lo de los homenajes lo entiende mal Miike, que lo único que hace es meter pequeños parches aquí y allá, para que sus actores reproduzcan tal cual algunos diálogos famosos del género. O repitiendo, calcado y bien reconocible, este o aquel plano famoso. La mayoría de las veces no viene a cuento.
Eso sí, en lo visual Miike demuestra un cuidado exquisito por que cada encuadre sea bello, una pequeña joyita en sí misma, un cuadro hermoso en movimiento. Desde luego, se agradece, y además consigue que cuando una escena es menos burda, más fina (hay pocas pero las hay), el valor de la misma se multiplique.
Pero lo peor de Sukiyaki Western es que es un rollo. Aburre a los muertos. El tramo final es una colección estúpida de muertes pseudochistosas, y por el camino los personajes y leyendas y giros y semidioses y su puñetera madre que aparecen por ahí no le importan ni a Tarantino.
Muy bien filmada, pero no hace ni puta gracia.