Me interesa mucho que Stone vuelva a la isla para interrogar a Castro sobre estas cuestiones; qizás lo haga con un leve remordimiento de consciencia, ¿fui demasiado blando con él en mi anterior visita?, y ahora queira ponerle sobre las cuerdas. Eso sería, desde luego, lo idóneo para mayor interés -y justicia- del documental, de la película -los carteles no se olvidan de remarcarlo: esto es UNA PELÍCULA DE OLIVER STONE.
Pero por otra parte conocemos a Oliver Stone: aparte de sus tendencias políticas hacia el color rojo -no tengo nada contra eso, muchos lo sabéis- que quizás le impidan atacar con la crudeza necesaria y merecida, aparte de eso, decía, resulta que conocemos demasiado bien a Oliver Stone, y recordamos que desde hace un tiempo, desde que su gusto por la droga de diseño se ha implantado también en su estilo de filmación, es absolutamente incapaz de dejar la cámara quieta, de rodar planos de más de 2 segundos de duración y de dejar tranquilo el zoom... El estilo más inapropiado para un documental sustentado en una entrevista. Eso me preocupa y me hace negar a la nota final esa cuarta estrella que, quizás, en otras circunstancias (si Stone fuera el Stone de 'Salvador', por ejemplo), habría concedido.