No hay nada que más me duela: una película que ha sido excelente, sin un solo pero, durante más de dos horas, resulta decepcionante y torpe en sus últimos diez minutos. Incomprensible, como si el guionista se hubiera ido de vacaciones y había que terminarlo sí o sí. Dos personajes que se han mostrado tremendamente astutos, cautos, inteligentes, se mueven de repente a la deriva, insensatos, aparecen grabaciones de conversaciones por arte de guión... todo como si se quisiera terminar a trompicones un tema que ya no interesa demasiado al director pero que hay que cerrar para el público. ¿Qué ha ocurrido? Y una matanza absoluta y mecánica para decir que la película ha terminado. No puedo evitar salir con mal sabor de boca de la sala y sin embargo, después de unas horas, y de echar un sueñecito se me pasa la reacción inmediata y. olvidar en parte este final, me hace recordar el resto de la película que ha dejado en mí una impresión impecable, que me ha hecho disfrutar al máximo viendo percheros contra caras al son de una alegre música. Por eso, he escrito este mal sabor de boca al principio de la crítica, para que lo que quede sea lo bueno.
Comenzamos al más puro estilo Scorsese. Temor y alegría me invaden. La mafia, estos, los otros... Pero me gusta, porque está Nicholson, y porque las escenas se suceden sin tiempo a preguntarse si uno está bien sentado en la butaca. La banda sonora alegre y marchosa ayuda. Y pronto tenemos el planteamiento. Este viejo zorro sabe muy bien que el público está cansado de rocambolescas tramas policíacas con sorpresas absurdas y asuntos ocultos. Por lo tanto nos ofrece la situación a la voz de ya. El crimen organizado tiene un infiltrado en la policía y la policía lo tiene en el crimen organizado. Tan sencillo como eficaz pues pronto adivinamos que este simple argumento dará juego a las situaciones más jugosas. Y vaya que si da.
Pero cuidado, porque este mismo planteamiento podría haber dado lugar a una estúpida película de polis y cacos. Realmente esta podría haber sido la base de cualquier película de John Woo, naturalmente con resultados algo diferentes. Y quizá en esto tengan mucho que ver esos particulares guionistas de Hong-Kong, Siu Fai Mak y Felix Chong. Me temo que esa capacidad de crear situaciones extremas y de llevar los paralelismos se debe mucho a ellos. Realmente está bien conseguido. Yo confiaba en mi precrítica sólo en el ritmo de Scorsese y en el montaje, que está estupuendo con esos planos que se paran en un fotograma de unas décimas de segundo. Pero al final el guión ha estado completamente a la altura. Por fin, en una película, se integra perfectamente el mundo de los móviles en lugar de obviarlo, mucho juego. Brillante la escena del cine porno, todo un juego de equilibrios.
Y eso es esta película, un perfecto juego de equilibrios y astucias, un maravilloso baile de mentirosos. Si unimos a esto unas buenas sesiones de ultraviolencia perfectamente rodadas la cosa se pone muy bien. Y si unimos el reparto ya no puede estar mejor.
Di Caprio poderoso, con la fuerza de “El aviador” y con la astucia de “Atrápame si puedes”. Mark Wahlberg quizá en el mejor papel de su carrera, con un personaje divertido y sabiendo ser especial. Lo que no ha sabido Matt Damon – no lo ha sabido nunca, es un soso – pero al menos no estropea la película, se mantiene, es creíble y no nos obsequia su sonrisa desagradable. Y seguimos: ese Alec Baldwin con su camisa repleta de ronchones de sudor, visceral.
Mención y párrafo a parte para los padres de los infiltrados. El bien y el mal. Martin Sheen, el bien, con ese aspecto fraternal, protector, íntegro. Hacía mucho tiempo que no estaba tan bien. Y su anticristo, el viejo Jack. La interpretación de Nicholson nos remite a sus mejores logros. Se come la pantalla, consigue crear un perverso jefe criminal como no se había hecho en mucho tiempo. Decir carisma es poco. Juguetea como quiere, pone cara de rata, exagera, se crece... y yo lo disfruto enormemente. Muy bien.
Me gusta esta nueva etapa de Scorsese quizá más comercial porque sabe como nadie redefinir el cine comercial y llevarlo a su terreno: el cine, sin más adjetivos. Sabe aderezar una historia policíaca con sus anteriores intereses (¿a nadie le recuerda la relación de di Caprio con Nicholson a la que tuvo con Daniel Day Lewis?). Y se permite detallitos como esa metáfora final de corrupción y mentira con la rata ante el edificio emblemático.
En una época en la que los grandes o aspirantes se vuelven hacia este cine comercial (véase Spike Lee con su “Plan Oculto”) Scorsese se convierte, como ha hecho antes en otros ámbitos, en un modelo a seguir.
Un disfrute.