Encuentro dos principales problemas en
La caza, y ambos están en su guión. El primero es sencillo
de enunciar: sabemos con exactitud todo lo que va a suceder (qué, cómo y cuándo) en su
primera mirad o quizá más. Esto se debe a que hemos visto mil veces
este tratamiento de los hechos, y el desarrollo es tan puramente
lógico que adquiere cierto tedioso ritmo de metrónomo. No se trata de ser especialmente
original, pero me pregunto que aporta repetir una vez más trilladas
escenas como la del rechazo social en el supermercado o la piedra por
la ventana.
El segundo problema lo encuentro en
algunos personajes. El punto de inicio y el momento de mayor
conflicto son un punto de partida y final de lo más creíbles, pero
la manera en que se mueven los personajes para facilitar esta
transición no es natural. Las marionetas al servicio del guionista
es un pecado grave. Situaciones forzadas que no habrían sido
necesarias para llegar a tocar fondo. Atajos fáciles en lugar de un
camino afinado y mucho más complejo. Echo de menos más la presencia
de la duda razonable, temblorosa, irregular en lugar de los
posicionamientos polares.
Salvados estos dos escollos, lo cierto
es que el resto de valores de la película son considerablemente
positivos, y el mayor de ellos se llama Mads Mikkelsen. Todo
el reparto está muy bien, pero el protagonista expresa sus emociones
con tal intensidad que casi se salen de la pantalla. Un actorazo
capaz de transmitir una impresionante sensación de integridad, de
dolor, de furia contenida.
El otro gran punto a favor es la
dirección posdogma de Thomas Vinterberg. Conservando el
realismo, la energía y corporalidad del viejo Dogma, pero en un
registro más calmado, menos experimental, con la seguridad de quien
ya ha encontrado el punto justo. Esto convierte alguna de esas
escenas trilladas en el papel, en una hipnótica jauría humana,
violenta y muy física. Si unimos esta potente realización con las
enérgicas interpretaciones y con el tema, que ya solo en su premisa
da repeluco del malo; tenemos casi dos horas de inquietud,
desasosiego y un nudo en el estómago.
La película remata con un cierre
brillante que demuestra el ingenio y la síntesis de los que no ha
sabido hacer gala hasta ese punto. Irregular pero muy valorable.