Seré breve y esquemático. Se salvan los títulos de crédito, en menor medida Gandolfini, y en mayor medida Jared Leto.
Robinson ha venido a vendernos por enésima vez la misma historia, contada de la misma manera, sin ser capaz de conseguir momentos poderosos, sino más bien todo lo contrario (tomemos como ejemplo la escena en la que les capturan o el interrogatorio Travolta-Hayek).
Una historia que por mucho que sea llevadera está más que metida en la cabeza del espectador que ve sin remisión cómo la película avanza plana hacia el punto definido desde el minuto cinco de película.
Entre medias tenemos que comulgar y tragarnos el triángulo Travolta-hijo-Laura Dern, que no convence ni al propio guionista, que trata de salvarlo de puntillas.
Los clichés abundan en toda la película, llegando a coincidir la mayoría en la malamachacamartillo Hayek, que vuelve a demostrarnos sus limitades cualidades en un papel de gatillo fácil y contoneo de caderas. De las peores femmes fatales del noir en los últimos tiempos.
Y, lo peor de todo, es que Robinson incluso se atreve a meternos una reflexión o pregunta sobre la validez de la pena de muerte a través del personaje de, un cada vez más ulceroso, Travolta.
Por repetitiva, por ser lo mismo contado como siempre, y por no conseguir nada meritorio.