Aunque la guionista, Diablo Cody,
había trabajado ya con Jason Reitman, en Juno, en
realidad, la película puede tener más similitudes con el siguiente
trabajo del director, Up in the air. Me refiero especialmente
a la cuestión principal: un personaje exitoso, un winner envidiable,
se muestra como infeliz dentro de una vida superficial, en
contraposición a los pobres mortales que tienen una familia, un
hogar y buenos amigos. Debe ser una cuestión que han vivido de cerca
los hijos de cineastas, pienso, además de en Reitman, en Sofía
Coppola y su última película Somewhere.
En todo caso, volvemos a encontrar los
rasgos característicos del director, o lo que es lo mismo, los del
cine independiente moderno más comercial, valga la paradoja. Hello
Kitty, casetttes de colores, montaje brioso, muñecos de Starwars,
una banda sonora a base de canciones bien elegidas, una destilería
en el garaje, madres rockeras...
Charlize Theron asume el peso
absoluto de la película a todos los niveles. Es odiosa, patética,
divertida, sexy... Pasamos de ver a una mujer símplemente idiota a una mujer enferma, de forma gradual. Representa la mayor estupidez del tópico juvenil
americano, y por extensión de otros muchos comportamientos de esta
sociedad. Su descenso al barro es cruel y sin concesiones, y como en
otras películas del director, con un final en la que el personaje no
ha crecido ni ha aprendido nada, recreándose en su equivocación.
Algo excesiva la figura de la mujer de
su ex, tan comprensiva; tan simpática; tan batería entre teta y
teta; y en definitiva, tan guay. Aunque estos derroches de personajes
indies hay que concedérselos a quien ahora mismo lleva la voz
cantante en el género. Aceptamos indie, una vez más, pero con
signos de cansancio cada vez más preocupantes.