Dice Woody Allen que ve absurdo
jubilarse, así que cada año, vamos a seguir teniendo un estreno
suyo. De hecho, es casi siempre imposible ver su última película
pues para cuando llega a los cines ya está embarcado en la
siguiente. No es esta última etapa la que mejores títulos está
ofreciendo, se le nota algo agotado de ideas, recurriendo a viejas
fórmulas, pero aún así, sus películas más flojas siguen siendo
un producto de calidad.
Sigue viajando por el mundo y jugando
al tópico del país visitado, en realidad empezó con una de sus
primeras películas, Bananas, pero últimamente ha recurrido a
esta fórmula varias veces. Es el momento de Roma, en la que
desarrollará todo tipo de historias románticas con sabor
mediterráneo. No parece, por lo que se oye, que esta sea una de las
buenas, pero le daré el mínimo que merece uno de los más grandes
genios del cine.
Como siempre, gente interesante en el
reparto: la joven Ellen Page, con eficacia demostrada en comedia; el
antipático pero interesante Jesse Eisenberg; Penélope Cruz, que
según Allen es mejor que cualquier actriz italiana por lo que le da
igual su nacionalidad; Alec Baldwin; Ornella Muti; nada menos que
Roberto Benigni; y esta vez el propio Allen se reserva un papel, cosa
ya poco habitual.
Sin más aspiración que pasar un buen
rato, me acerco a este Allen menor.