La piel que habito está llena de caras serias en mitad de una especie de chiste generalizado. Esa es la primera opinión clara y subjetiva que se me genera y que, aderezada del acto físico de la risa (sobre todo durante la primera parte de la película) tras su visionado, me obliga a describirla como entretenida para con aquellos que pregunten por qué tal está…
La magia de Almodóvar, esa capacidad para dirigir y centrar especulaciones en un espectador que suele entregarse a él sin condiciones, aunque algunos lo hagan con recelo, esa magnífica cualidad de visión artística, logra un conjunto respetable y digno que hace que termines la película a golpe de cerrar puertas…pero la reflexión final, por muy concienzuda y seria que sea o pretenda ser no justifica ese ejercicio anterior, ese llegar torcido hasta la moraleja, esta vez no para mí, Pedro.
Se escapan ciertas pequeñas pistas de una necesidad para renovar el tema y personajes centrales de un cine donde sólo se sabe mover él, y él sabe que tiene que adaptarse o morir, que el público estadounidense le puede querer siempre por sus escándalos, pero que el español, el suyo, no le va a perdonar que se encarame en la costumbre de un mismo tema, la trasnsexual, el malvado hombre y la mujer sufridora, la que más le gusta a él, en todos los ámbitos. En esa transformación él se atreve a burlarse, y dice, no queréis dualidad de sexo, no queréis más de lo mismo, pues ala, taza y media, pero le sale mal.
Decepciona por la confianza que siempre le doy…porque sus películas siempre son un cuatro preciso y a veces hasta un cinco, por qué no…no puedo tolerar la necesidad de justificación de sus primeras escenas, tigre follómetro en mano, una auténtica comedia, para que traguemos la trama posterior. No puedo, y es más horroroso encima, disfrutar, remarcado, de su estilo sin ver torpezas que él siempre ha conseguido evitar, el relleno escandaloso, porque él nunca ha necesitado de comparsa para sus películas, porque él nunca ha necesitado escenas sueltas explicativas con discursos de Marisa Paredes con muy buena actitud conciliadora y melancólica. En definitiva, él nunca ha necesitado adornar su particular universo, y aquí sucede, y cuando sucede se convierte en una comedia brutal.
PD: Mención especial para Antonio Banderas, sostiene mucho el final, una pena la actuación innecesaria de Eduard Fernández y sin pena ni gloria Elena Anaya, no le ofrece momentos, no destaca, sólo cuadra con la fisonomía del actor principal Jan Cornet