Para todos aquellos que en su momento disfrutamos mucho, muchísimo, con los momentos de intimidad tensa entre pasillos de Mulder y Scully, de sus dudas, de sus miedos, así como de la enrevesada trama que sustentaba esa relación, verles tanto tiempo después es un disfrute.
El problema de Expediente X, esta nueva película, es que más allá de eso y de que todo está escrito con buena letra y sin faltas de ortografía, no hay mucho más. Tiene su relativo interés, leve interés, uno no se aburre demasiado en las partes menos interesantes y tampoco se divierte demasiado en las partes supuestamente más climáticas.
Los personajes reaparecen y, aparte de que Scully no tiene "su voz" (cambia el doblaje y uno siente que "esa no es mi Scully, me la han cambiado", y claro, así, cada diálogo entre ella y Mulder ya no es lo mismo, directamente), el espectador tiene la sensación de que no ha pasado nada desde que vimos los últimos (y flojísimos) capítulos de la novena y última temporada de la serie: Scully ahora es doctora en un hospital y se ha olvidado de todo. Mulder no se ha olvidado de todo pero vive aislado en una casucha perdida y no se mueve, no ejerce, no pelea, aunque cinco minutos después se indigna con Scully cuando ella le insinúa que abandone. Si abandono no soy yo, viene a quejarse Mulder que, sin embargo, lleva los últimos años sin mover un dedo, parece.
Sigo relatando problemas: La trama es sosona. Un caso como podía haber sido cualquier otro a lo largo de los muchos años de serie. Y de paranormal no tiene demasiado, ciertamente, más allá de ese peculiar cura pedófilo que afirma tener visiones. El fondo de este personaje es interesante, además de un curioso riesgo moral, desde luego. Pero a nivel dramático, el personaje no está demasiado bien explotado, al final, y el cómico Billy Connolly tampoco demuestra tener el poso interpretativo necesario para hacerle interesante.
Lo peor, en cualquier caso, no es eso. Lo peor es que la película no tiene puntos tranquilos, puntos fuertes, momentos poderosos, otros de tensión calma, de anuncio de lo que puede venir. Esto que en los mejores momentos de la serie sí consiguieron aquí brilla por su ausencia, hasta el punto de que el supuesto clímax de la película, en la clínica clandestina, es un rollito sosete, sin sal, ni pan, ni vino. llega Mulder, le pillan, le van a matar, llegue el director adjunto Skinner y le salva, Scully al rescate de los pacientes... Todo muy insulso, plano, sin interés.
Lo mejor de la película está en los momentos en los que sabe rescatar el humor sarcástico que subyace en alguno de sus diálogos, evidenciado voluntariamente y sin ánimo de disimulo en el fantástico momento Bush. Ese careto, y esa melodía tan tan conocida, tan mítica ya. Uno ríe a gusto.
Pero sale algo desencantado del cine. Mulder y Scully estaban retirados, y han vuelto bajos de forma.