Me figuro que algún espectador de las filas más alejadas del púlpito se reirá cuando afirme sin tapujos que no es mi intención ir contracorriente. No soy persona que aguarde agazapada a las críticas que sobre una película se hagan para después salir de entre los matorrales con la rosa o el cuchillo.
Pero es que cada vez entiendo menos el mundo que me rodea. Todo el mundo habla maravillas de este, en mi opinión, trabajo menor de David Cronenberg.
Está claro que Cronenberg ha evolucionado hacia algo, muy claro lo deja esa película cada vez más fascinante que es para mí Una historia de violencia, pero mucho me temo que lo bueno de esta película es la resaca de su film anterior, y que en esta senda poco innova y ofrece Cronenberg.
Hagan la prueba y como ello vean Una historia de violencia después de Promesas del Este, un sencillo ejercicio que dejará a cada una en su sitio.
Uno empieza a ver Promesas del Este y espera un plano inicial grandioso, y lo amaga, pero no lo hace, muy difícil superar ese arranque de Una historia de violencia.
La película funciona muy bien cuando está detenida, cuando es una película de personajes, de interpretaciones, porque ahí el personaje de Viggo Mortensen y su caracterización son sobresalientes, al igual que la de ese Padrino ruso. En cambio no me gusta mucho la histriónica de Cassell o la de pasaba por aquí de la Watts.
El guión no es ni mucho menos perfecto, sino más bien deslabazado, y con un final que de tan acelerado no hace más que mostrar a un Cronenberg al que no le interesa de esta película más que algún personaje, alguna escena y recrear una atmósfera que recuerda a las escenas de la mansión de Una historia de violencia.
Me gusta ver cómo Cronenberg disfruta con la escena de la sauna, pero es que la misma es tan poco realista por mucho realismo que quiera imprimirle. Por favor, son dos tíos vestidos y enormes armados...En fin...¿Y cómo Cassell entra y se lleva a la niña? ¿Y cómo se la quita de los brazos Mortensen? ¡Qué más da! ¡Si la película para Cronenberg ya ha terminado!
Es un placer haberle visto madurar y filmar de una forma tan elegante como el plano en el que el morro del coche entra en el encuadre y se queda cerca de la moto de la Watts.
La película tiene una atmósfera que atrapa, y muchos momentos de puro cine, pero le falta la profundidad de Una historia de violencia.