La verdad es que me ha soprendido la inquietante fuerza visual de un director que se lleva a la violencia y lucha de espadas y dagas como compañero de viaje para contar una historia de amor, celos, espera, tentación y libertad con el fin de la muerte.
A mi entender lo más importante de la película es su eterno equilibrio sobre todo en la primera parte, rápida y con pausas de lucha para poco a poco aderezar la película de un toque de intriga que ameniza los a veces demasiado lentos diálogos de seres tan acompasados.
Ese final agazapado de lo que el amor logra, desatando las iras y crudezas de la realidad, lejos de los juegos de engaños que todos menos uno conocen, aguantando la presión de la discordia y los mundos enfrentados, ese par de Romeos y Julietas terminan por reventar bajo el aplauso vengativo de los celos y el amor también más agónico. La muerte espectante como sentimiento máximo. Morir por amor.
Las preciosas panorámicas, esos movientos de cámaras sobrios pero intensos, la originalidad de las peleas, algo menos cansadas que en lo tradicional, y sobre todo un afán por mostrar la imagen más bella en ese transfugismo hacia la nieve,la pureza, esa gota de sangre que nos mueve, que nos atormenta en el crepitar de nuestros corazones. Bellísima.