La manera en que su anterior película entra de lleno en el guión de ésta, es un secreto que sólo su director atrevido conoce, pero es claro el necesario unir de situaciones, engrandecidas por el buen tino de hacer del film algo para todos y no sólo para los más raros. Muy tenida en cuenta para la comercialidad del miedo y respetando algunos de sus cánones, lo cual la hace vulnerable en ciertos momentos, licencias que he tenido que admitir para continuar, y atrayente hasta más no poder no por lo que enseña sino por lo que no, el film es una alegría para el cine español que viaja poco a poco hacia escalafones y escalones mayores por méritos propios.
La primera parte de la película es para almas inquietas pero que no quieren luchar contra el puro miedo o la tensión, alejándose del suspense para dar con la intriga, se muestra muy hábil y canalla en sus pistas y resoluciones a la vez describiendo a un personaje rico y genial como el de Julia, encarnada por una exuberante Belén Rueda a la que no habría que haber desnudado tanto, no era necesario.
Todo encaja y parece jugar a un juego que el espectador en parte acepta y espera pero con el sabor de la zona, con el sabor creíble y autóctono. El problema siempre viene en la resolución, en ese final tan incierto y a veces ya preconocido. Guillem Morales quiere algo más en ese punto y decide dar un paso o un salto y mostrar una película mucho más dura y cruel, incluso para la vista, paradójico todo esto, dejando a un lado los sensibleros caeres de historias y dando rienda suelta a la verosimilitud y el realismo.
Si algunos espectadores caen y cierran los ojos, un triunfo por tanto, otros los abríamos con absoluta maravilla de asombro y alegría. Un atrevido giro que además retiene la quinta esencia del asesino, del malvado razonando. Su final no es por tanto un agobio por lo óbvio sino por lo comprometido del sentimiento de la butaca.
No la recomiendo a todos, aunque sí, pero es que la dureza hizo quebrar ánimos junto a mí en las butacas, y eso siempre hay que advertirlo. Una vez superado ese terror, déjense llevar por un buen film que se atreve en su lugar de origen dar un paso al frente y dar caña al espectador.