Es una auténtica caja de sorpresas esta película en la que Sean Penn nos vuelve a demostrar que a pesar de estar aquejado del síndrome De Niro, de cuando en cuando da auténticas lecciones de interpretación, como ya lo hiciera en Mi nombe es Harvey Milk, y en esta bizarra película, Penn borda un personaje, el de Cheyenne, que pasará a la historia del cine, esa figura suya, arrastrando una maleta y caminando despacio, con su look de Robert Smith, en lo más profundo de Estados Unidos, es una imagen que permanecerá.
Sorrentino decide dar rienda suelta a todo su talento cinematográfico, que es mucho, y dirige con muchísima energía casi desde el primer plano, con mucho uso de travellings, de grúas, con muchas ganas de exprimir a Sean Penn y su magnífica composición.
Es difícil analizar esta película desde un punto de vista estrictamente racional ya que la película es absolutamente irregular. Tiene momentos de cine de otros tiempos, de golpes lisérgicos de la década de los 70, así como momentos magníficos. La primera media hora en la que Sorrentino nos explica con mucha calma y tranquilidad el día a día de Cheyenne funciona a la perfección. Pleno de ironía. Viendo cómo Cheyenne vive en una mansión moderna, mirando cómo se hace la pizza en el horno justo debajo de un cartel que pone cocina y que luego se encarga de preguntarle el propio Cheyenne a su esposa, magníficamente interpretada por Frances McDormand. Es casi como poner a un extraterrestre en mitad de la Tierra. Da idea de lo paradójico que tiene que ser para muchas estrellas del rock que empezaron criticando todo esto y que acaban convertidos en ricachones acomodados.
La road-movie que da comienzo con el viaje de Cheyenne en barco a Estados Unidos supone un viaje a las claves de la propia personalidad de Cheyenne, así como la excusa utilizada por Sorrentino para poder investigar la América profunda desde la visión de un extranjero, una vez más aplicando el punto de vista del lejano de lo que observa. Se ven reminiscencias desde París Texas a los secundarios de los Coen y la película no termina de cuajar aunque no deja de enganchar.
Una de esas películas de las que uno sale tan desconcertado como con ganas de volver a verla.