El mayor problema de esta película es que está a medio
camino entre varias películas que seguramente han ido pasando por la mente de Quentin Tarantino a lo largo de todo este tiempo que ha tardado en sacar adelante el
proyecto. Por un lado tiene su grupo de bastardos al más puro estilo de Doce en el patíbulo. Una película
salvaje, con mucha retranca, y con un Brad Pitt que es el centro absoluto de un
spaghetti bélico, violencia gratuita y divertida en la línea de Kill Bill 1. Por otro lado tiene una
intención de rodar una película más seria y más tensa, con suspense, con un
villano terrible, más en la línea de Kill
Bill 2. Y por último, una historia más metafórica, sobre el poder del cine,
y sobre el Cine en general. Tarantino es un cineasta muy inquieto, que ya vimos
con las dos partes de la citada Kill Bill,
como podía cambiar de tono según sus intereses de cada momento.
En cualquier caso, salvado ese punto algo esquizofrénico que
tiene la película, lo cierto es que nos deja una serie de secuencias de puro
cine. Larguísimas secuencias, casi a una por capítulo. Quizá la mejor nos la
regala con el capítulo uno, una gran maravilla que funcionaría excepcionalmente
bien dentro de una película que quisiera seguir más por esa senda. El problema
es que el humor golpea con demasiada fuerza la película a partir de aquí, y el
delicioso suspense generado, se diluye.
El capítulo de la taberna es otra lección de cine. No tiene
desperdicio de principio a fin. No funcionan quizá tan bien los capítulos de
los bastardos y los preparativos para la noche alemana, este último quizá
demasiado funcional. Una muestra de lo que hablaba antes: en la escena en la
que Shosanna se reencuentra con el malvado Hans Landa, ella rompe a llorar una
vez que se queda sola. Esta tensión contenida resulta un hecho algo aislado que
luego queda en segundo plano por lo cómico que se vuelve el villano. Excesiva
comicidad también la del mismísimo Hitler.
En cualquier caso, irregularidad estas, que aunque no
permiten llegar más lejos a la película, no empañan del todo otro excelente trabajo
del gran Tarantino. Momentos como aquel en el que arde la pantalla con las
imágenes amenazadoras, son impagables.
Un divertidísimo Brad
Pitt, una interesante Mélanie
Laurent, una Diane Kruger mucho
más suelta, un sorprendente Daniel Brühl,
y sobre todo, un impecable Christoph
Waltz.