Cuando el viejo Dr. Jones destrozaba un jarrón sobre la cabeza de su abnegado hijo, Indiana, se preocupaba por la importancia de la obra, aunque pronto descubría con su pericia de arqueólogo experimentado que era falso. No será mucho más difícil para nosotros desenmascarar a esta falsificación de épica china.
Al ver las primeras imágenes enseguida nos viene a la memoria las ya cargantes películas de Zhang Yimou: Hero, La casa de las dagas voladoras o La maldición de la flor dorada. Derroche todas ellas, de efectismo que combina a la perfección las leyendas clásicas chinas con las más modernas técnicas de efectos especiales. La receta pronto dio sus frutos y no importó que cada una de ellas fuera una fotocopia menos afinada que la anterior, con un mayor interés por el espectáculo y una nula intención de contar una historia. La moda que inició la genial Tigre y Dragón de Ang Lee, se convirtió rápidamente en una fábrica de éxitos internacionales para China, donde sólo importaba el empacho visual. Hay que decir, eso sí, que Zhang Yimou es todo un virtuoso de las virguerías estéticas y está más que preparado para ello (basta con haber visto los recientes juegos olímicos) y dentro de lo malo, algún interés podían tener estas obras.
Y ahora ¿qué tenemos? Básicamente a las dos mayores estrellas del cine de acción de China, que ya hace tiempo que trabajan a nivel internacional - o sea, en EEUU. A Yet Lee le vimos hace poco en una superproducción tan floja como La momia 3. Pero no sorprende en este tipo de género cuando ya le hemos vimos en Hero, por ejemplo. Se vuelve más sospechosa la participación de Jackie Chan, el rey de las tortas en tono jocoso, que no parece adecuarse demasiado al estilo.
Todo queda claro cuando vemos que el director no viene de China, si no de los EEUU, así como la mitad de la producción. Se trata de Rob Minkoff, que ha dedicado gran parte de su carrera a la animación. No se necesita más para esta versión más infantil (o eufemísticamente "para toda la familia") con la que Hollywood quiere llevarse su tajada de la rentable industria de la fantasía épica china. Para asegurarse de que el público americano acepta bien el producto lo mejor es incluir a una cara bien reconocible y ya asumida por Occidente, como es la de Jackie Chan.
Una opción más que aceptable para los más pequeños de la casa y los menos exigentes adultos. Pero sobre todo para los jóvenes adolescentes. Algunos podrán disfrutarla sin ninguna pretensión y con un cuenco bien lleno de palomitas, pero es importante que lo tengamos claro: no se trata más que de una falsificación de un producto que en sí ya era una fotocopia.