Eran Riklis es un director del que es difícil que el espectador español haya podido oír hablar demasiado. Sin embargo, en Israel ya ha tenido algún pelotazo de taquilla como Zohar (una película biográfica de un cantante del país). Su anterior película, La novia siria, también tuvo cierta repercusión y se llevó unos cuantos premios. Entonces como ahora, Riklis construye su película para llamar la atención sobre los problemas de Oriente Medio, ofreciendo para ello una historia pequeña, sobre problemas privados que sirven como representación de los conflictos políticos.
El problema es que, en este caso, lo que pretende ser una alegoría limonera, resulta una imagen tan evidente que el espectador exigente puede sentirse algo insultado. Sólo hay una cuestión que parece justificar el hecho de idear una situación tan artificiosamente simbólica, y es que algo tan artificial está inspirado en unos hechos reales ocurridos en Palestina. Puede que esto le dé un cierto sentido al proyecto pero no me resulta por ello más atractivo.
Se presenta en la sección Perlas de Zabaltegi en el festival de San Sebastián, que recoge este título de la pasada edición de Berlín, en su sección Panorama donde la película se hizo con el premio del público. Sin duda una buena señal que nos indica que cuando menos, hablamos de un trabajo entrañable, entretenido y bien asumible por el espectador medio.
Aunque lo cierto es que este tipo de alegatos tan fácilmente asimilables, que no dejan lugar al despiste en cuanto a su mensaje, en los festivales suelen ser aplaudidos a rabiar por un público bien convencido de su recién descubierta intelectualidad. Felices de haber captado el mensaje salen de la sala con una sonrisa de oreja a oreja.
Quizá me equivoque o quizá quien me lea pertenezca a sabiendas o no a este sector del público del que hablo, sin embargo, no puedo recomendar en mi precrítica estos limones políticos. Dentro del festival de San Sebastián hay otros títulos más interesantes.