Siguiente película del realizador argentino, pero de ascendencia francesa, Gaspar Noé tras su polémica y brutalmente arrebatadora Irreversible. Aún recuerdo que esta película fue la elegida por mi compañero William Munny para inaugurar el primer finde precritico. Se trata de una lección de narrativa salvaje, con auténticos excesos, tanto formales como de contenido.
El problema de cuando haces una película así está en tu siguiente paso, y en que para gran parte del público quedas estigmatizado. Es difícil empezar a despegar la pegatina que te va a perseguir durante el resto de tu carrera. Parece que Noé ha decidido asumir dicha pegatina y dar al público lo que cree que ellos quieren de él.
Se ha marchado a Tokyo para presentarnos una historia alucinada y alucionógena, con las drogas y el sexo como telón de fondo. Pero lo peor es el trasfondo psicológico y la carga parabólica que va a latir a un desenfreno de los sentidos visuales y auditivos, que al final no va a estar justificado en modo alguno. La diferencia con Irreversible es que ésta tenía clara una idea de identidad de obra, que Enter the void va a buscar durante todo el metraje para llegar Noé a la conclusión, junto con nosotros, de que no la encuentra.
Es malo que un director se crea que es el director de los excesos. Habrá que esperar a los primeros abucheos en Cannes.