Esta película es todo un manual sobre el uso, el sabio uso, del arte, difícil arte, de la elipsis en el cine. Y digo más. Esta película está construida sobre un guión absolutamente fantástico, en el que todo encaja, en el que todo funciona, en el que todo se dice, y en donde están insertas todas las reglas del juego y las claves para entender todas y cada una de las acciones de los personajes. Y eso me parece, a la par que honesto, de gran dificultad.
De ahí que quiera empezar esta post remarcando el nombre del guionista, Patrick Marber, que creo es el responsable último, no ya sólo de la perfección del guión y de sus diálogos, sino de las elipsis mismas. Me explico. Yo creoq ue hay dos tipos de elipsis que, mal miradas pueden parecer la misma, a saber: elipsis de diálogo y elipsis de acción. Esta distinción resulta muy fútil porque realmente el diálogo forzosamente tiene que formar parte de una acción. Pero si lo pensamos mejor, esta distinción atiende a aquellas elipsis que el director puede incluir sin que el guión apenas se resienta, sin que sus diálogos deban cambiarse. Por ejemplo, un hombre sale por la puerta y en la siguiente escena está entrando en la puerta de otra casa.
Este tipo de elipsis, las más frecuentes, no esconden, la mayor parte de ellas, ninguna brillantez. Ahora bien, las elipsis de diálogo, de las que esta película es un manual absolutamente recomendable para cualquier curso de guionista, son las menos y las más llamativas. Y en éstas se puede notar cómo los diálogos no sufren, bien porque han sido modificados para que no sufran, bien porque la elipsis es parte intrínseca del guión.
Y todo esto, ¿para qué? Me permito incluir toda esta disertación para llamar la atención del espectador sobre el guión y el guionista y quitarle un poco de luz al director, que siempre creemos es el artífice de todo lo bueno y malo de una película. Yo creo que, siendo el guión la adaptación de una obra de teatro hecha por el mismo autor, las elipsis eran de diálogo, y Nichols no ha tenido mucho que decir.
Volviendo al pragmatismo que debe regir esta post...quiero mencionar que la dirección de Nichols no es más que la mera puesta en escena, más o menos teatral, del libreto. No obstante, no debe tomarse el adjetivo teatral de una manera peyorativa, sino descriptiva, porque Nichols, en aquellos huecos que el guión se lo permite despliega efectos cinematográficos de una gran fuerza y belleza.
Ejemplo de esto es la primera escena de la película. Y aprovecho este punto para enlazarlo con otro aspecto que quería tratar. Abro el paréntesis retomando el abuso de las elipsis; un abuso que dota a la película de una estructura que linda con lo sinóptico; tanta elipsis corre el riesgo de sacarte de la película, de enfriarte la mirada (y cierro paréntesis). De ahí que Nichols use el cine para meterte con esa primera escena tan maravillosa dentro de la historia: esas calles de Londres, esa canción, ese caminar entre la gente, esa cámara a la altura de los personajes. Un acierto que te engancha.
Otra escena con gran poder cinematográfico es la de la habitación del striptease-club, uno de las pocas escenas en las que Nichols se permite hacer planos cenitales (que no genitales).
Pero en el resto de la película el estigma teatral de la misma pesa como una losa. El despacho, el acuario, la casa de Clive Owen y Julia Roberts y la cámara que nunca sube al segundo piso.
Pero, ¿es esto malo? No, claro que no, pero...
Las actuaciones son irregulares. La mejor es, a mi juicio, la de Natalie Portman, capaz de dotar de matices a un personaje complejo e inteligente. En la escena de la habitación del striptease-club se sale, y no sólo por sus atributos físicos, que los tiene, y muchos.
Jude Law cumple en un papel en el que se limita a actuar con el piloto automático, sin llegar a sacarle todo el partido, que tampoco creo que tenga mucho.
Clive Owen, quien curiosamente en Londres interpretaba el papel de Dan en la obra teatral, sorprende construyendo un personaje que parecía muy alejado de sus dotes de actuación.
Y, Julia Roberts, se limita a dar todo lo que tiene, que tampoco es que sea mucho. Una actriz que es incapaz de cambiar de matices en sus registros. Sólo sabe sonreír de una manera, sólo sabe enfadarse de una manera, y sólo sabe llorar de una manera.
Otro pro que tiene la película es el de acertar con todas las músicas que pone, una muy sabia elección, que siempre acompaña y envuelve la escena.
Y, para concluir, y a la manera del propio guión de la película (con esa estructura circular), terminaré hablando de lo que no me ha gustado del mismo.
No me ha gustado su afán por cerrar los ciclos. Y la última escena de la película, con Natalie Portman caminando sin sujetador por las calles de Nueva York mientras todos los hombres se dan la vuelta a su paso, no me ha gustado. Y no me ha gustado porque no tiene sentido dentro de la película, porque da una idea equivocada a la que transmite durante toda la película. Parece que ahora se va a encontrar con otro Dan y que va a adar lugar a otra historia similar. Yo no creo, y esto pienso no será una afirmación pacífica, que sea ella la desencadenante de toda la historia, el ser peculiar que despierta oscuros sentimientos, como suelen ser presentadas las mujeres en el cine negro más clásico. Y menos sentido le encuentro a que termine ese plano elevando la cámara por encima de su cabeza.
No me ha gustado, tampoco, la escena en la que Jude Law acude al despacho de Clive Owen. No me refiero a la elipsis, que es magistral, sino al contenido de sus conversaciones y a esa recalcitrante moralidad que se percibe. A ese enfrentamiento verdad y mentira. A ese personaje de Clive Owen, duro, nada romántico, pero sincero que machaca al romántico y mentiroso Jude Law, que termina envuelto en lágrimas. ¡Ojo! No digo que no estén justificadas, ni las lágrimas de Law, ni su romanticismo, sino que digo que es excesivamente evidente la moralidad que rezuma esa escena, que, para colmo, culmina con la escena en la que es Law el que propina la bofetada a Natalie Portman. El guión durante toda la película navega en las aguas de lo oscuro del deseo y se aleja de las escarpadas costas del maniqueísmo sentimental, consiguiendo de esa manera que la película llegue y que notes las manos de Nichols removiéndote las entrañas a cada elipsis, para terminar naufragando.
Con todo, uan película que para mí está casi en el terreno de las cinco estrellas, y que estaría, bien seguro, si no tuviese tan reciente en las retinas "El aviador". De ahí que deba otorgarle este 4 altísimo, alabando sus virtudes y remarcando aquello que menos me ha gustado, que parece poco, pero...llega hondo.