Para muchos siguen siendo dibujos animados. Para otros tantos, el cine de animación es un género propio, terriblemente complejo y prolífico. Si de cine de animación hablamos, la industria japonesa es la líder incuestionable. Pero justo a lado del país del sol naciente, hay otra nación que destaca por ser una de las más ingeniosas en lo que su correspondiente celuloide de imagen se refiere: Hablamos del Corea del Sur. Por otra parte, asistimos a un cambio generacional dentro de la propia industria nipona. Productos como Dead Leaves o la reciente Tekon kinkurîto tratan de superar las barreras estéticas y narrativas del anime actual, ofreciendo productos originales. En este sentido, es la propia Corea quien parece haber tomado la delantera, aunque su producción no sea suficiente como para erigirse en faro y guía de esta nueva metamorfosis. Eso no quita para que su aportación no sea notable. Si ya con películas como Mari Iyagi dejó bien clara la fecundidad de su discurso, ahora se desata con Aachi & Ssipak, de Joe Bum-jin, una película que es puro delirio.
Nos hallamos en un futuro no demasiado lejano. En la ciudad de la mierda -con perdón- nuestros propios excrementos se han convertido en la materia prima más valorada. El estado incita a sus ciudadanos a contribuir a la causa premiando sus defecaciones con delibarritas, unos caramelos ciertamente adictivos que han contribuido al surgimiento de una banda de mutantes estreñidos que las codician hasta el punto de llegar a matar por ellas. Evidentemente, el mercado negro de las delibarritas tiene sus capos y la mafia del tráfico ilegal prolifera a lo largo y ancho de la ciudad. En medio de todo este jaleo se ven envueltos dos pequeños ladrones de poca monta, los citados Aachi y Ssipak, a quienes se les unirá una chica muy bien dotada.
Este surrealista punto de partida es la excusa perfecta para recurrir a un humor desenfadado, violento, malhablado, sucio y sexista. Es como si los personajes de South Park hubieran invadido la ciudad de Blade Runner. Dejemos de lado su crítica al consumismo y otros mensajes, que no aportan nada nuevo, para centrarnos en su delirio colorista. Lo cierto es que en su faceta dialéctica, el film se va diluyendo poco a poco entre tanto insulto y broma de temática sexual, pero son los propios protagonistas quienes mantienen a flote este apartado, sobre todo gracias a los secundarios de lujo (malvado y militares se llevan la palma). Los homenajes a películas famosas sirven muchas veces de contrapunto a estos toques de humor. Algunos son evidentes, como la referencia a Alien o a Indiana Jones y el templo maldito -de la que copia casi toda la persecución de las vagonetas por la mina- pero otras tantas son un tanto más sutiles e inesperadas. Desde aquí os animo a que tratéis de descubrirlas todas.
El apartado técnico del film es una maravilla. No solo hablamos de una virguería a nivel de animación, con auténticos efectos pirotécnicos que mezclan a cámara lenta el dibujo tradicional con las tres dimensiones del videojuego, sino también a nivel de diseño. Tanto los personajes como los escenarios son geniales y suponen un autentico puñetazo a las convenciones del diseño de personajes. Las voces de los mismos corren a cargo de actores famosos, una práctica que en nuestro país también se utiliza a la hora de realizar doblajes de grandes producciones animadas pero que, salvo honrosas excepciones, no da tan buenos resultados como los del film coreano. Cuando esa citada maestría digital se pone al servicio de la acción, redefine la palabra espectacular.Escenas como la de la batalla de las escaleras entran por los ojos. De hecho, si la vemos desde otro punto de vista, es una película de acción fantástica en la que los protagonistas acaban por asumir un rol secundario y es por eso que cuando comienza a flojear su argumento acude al rescate la lluvia de balas y persecuciones. El conjunto resulta en una bomba de relojería de lo más divertida.
Aachi & Ssipak es una película políticamente incorrecta que no convencerá a todo el mundo. Su argumento puede resultar demasiado absurdo y lo cierto es que tras su premisa inicial deriva en una mera excusa para las escenas de acción, aunque estas son de semejante factura que uno no puede hacer más que rendirse ante ellas. Sin duda hay cierto aire alternativo en el subsuelo de la producción, aunque este va desapareciendo a medida que pasan los minutos. Pero si por algo hay que dar las cuatro estrellas a esta película es por su marcado carácter propio y gamberro, todavía en pañales respecto de su homólogo nipón, pero tratando de hacer algo diferente y no tan asequible como puede parecer a primera vista. Todo eso honra a Joe Bum-jin y lo consagra como una nueva promesa dentro del panorama del cine de animación coreano.