11 'e 10 kala no llegaba como una de las más fuertes a San Sebastián. Partiendo de la base de que participa en la Sección Oficial, ha dejado cierto rastro pobre, como algo corriente diría yo. Hasta la primera hora de largometraje a penas se deja ver, apenas hay diálogos y contagia cierta actitud de pereza y anima al bostezo. Personalmente, creo que este tipo de largometrajes no deberían salir de su país de orígen. No ofrecen nada nuevo, no destaca sobre todas las demás. Pueden llegar a nuestra cartelera pero terminan por convertirse en algo mediocre. Y eso es peor que no ser conocida.
La historia como tal es un cuento, una alegoría sobre los valores, el concepto del tiempo y los prejuicios sobre la vida moderna. Es la historia de un anciano que vive repleto de periódicos, relojes, sellos, transistores, grabadoras en su propia casa de tal manera que acaba por crear un estilo de vida condicionado a tales objetos. Se comporta como ellos, rudo, antiguo pero a la vez valioso, tenaz, con personalidad e identidad que le hace destacar sobre el resto de la gente de su comunidad y terminar siendo un obstáculo. A priori es una historia bohemia, de tipos anclados en conceptos. Sin embargo, en vez de disfrutar con algo así, nos invade lo monótono, es aburrida, apenas consigue que te encariñes con su protagonista. Como el anciano, la película se encierra en sí misma, en espacios cerrados, no se respira demasiado, apenas hay aire, no se nota la luz. Sus diálogos apenas se esfuerzan en crear un ambiente más participativo. Esperaba "un pelín más de esmero" de Pelin Esmer. Un juego de palabras que resume muy bien la falta de capacidad de la directora turca de llenar los muchos vacíos con los que cuenta su cinta.
Casi dos horas de aburrimiento y soledad. No conecta con el público, no transmite lo que estoy seguro que quiere plantear. Se salva por lo bohemia que por momentos a veces intenta y llega a ser.