Lucrecia Martel, entró con fuerza al dirigir su peculiar ópera prima, La ciénaga. Desde luego no es una película de consumo fácil, y no seré yo quien la defienda ahora, pero el hecho es que fue una propuesta atrevida, diferente, y meritoria. Eso, y mucho más, debió parecerle al célebre Pedro Almodóvar que pronto afirmó que Martel se encontraba ya entre sus cineastas favoritas. Se unió así a una buena cantidad de premios, en Berlín y en Sundance, por ejemplo, que avalaban esta película y a su directora. No se quedó en las palabras y decidió producir su siguiente película, La niña santa, un film que consiguió aparecer entre las 10 mejores películas del año según el New York Times y que participó a concurso en el festival de Cannes.
Ahora, Lucrecia Martel vuelve a Cannes con una nueva película también producida por los hermanos Almodóvar. Aunque su título original, La mujer sin cabeza ya está en castellano, parece que aquí han decidido cambiarlo por La mujer rubia.
¿Para quién es esta película? Desde luego para aquellos que busquen un mensaje metafórico bastante menos explícito de lo que estamos acostumbrados aquí con el cine español. Una reflexión social en toda regla como las que ha llevado a cabo en anteriores trabajos. Seguramente contará con un atractivo intelectual que no tiene por qué ir acompañado de un valor estrictamente cinematográfico. Será difícil disfrutarla si no se está dispuesto a escuchar pacientemente y recrearse en el simbolismo.
No soy amigo de este tipo de experimentos cuando no van refrendados por una primera lectura que esté también a la altura, pero creo que en este caso va a tener un nivel suficiente como para aceptar la segunda lectura. Seguramente el aspecto visual estará bastante bien.
Una opción arriesgada para los que ya son admiradores de la directora o para quienes busquen nuevas propuestas. No apto para espectadores poco dispuestos ni para los esclavos de la percepción.