La desternillante catarata de seres animados que subleban al fatalismo a esos piratas del Caribe en una isla de costumbres salvajes, ha destrozado un film que llevaba tintes de lentitud en una primera parte con toques de humor demasiado forzados.
Presentar a ese director en forma de alocado tipo arrollador, carente de elegancia, es un toque festivo que se puede tolerar, pero los gags, pertenecientes a una película como esta, tan poco graciosa a priori, solo envuelven el comienzo lento y demasiado explicativo, en un pesar agotador hacia el barco. Signo y figura, recuperador de emociones a favor de una trama demasiado castigada por los recuerdos, para hacer remontar el vuelo tanto al director como a los acompañantes, con una pareja estelar, bien hecha, fabricada y dispuesta.
Pero la isla, poco mostrada, que se realzaba con los mejores aborígenes que se han rodado en anteriores versiones, aparece desteñida por un lío de animales sobrenaturales que astían por lo increíble y muy largo de las persecuciones hasta hacernos parecer una película más de comercio forzado. Como ejemplo, un adolescente caprichoso que se muestra demasiado buen tirador teniendo en cuenta que no puede ni sostener la ametralladora.
Que Kong se ruborize en batallas sin descanso para preservar a la dama, es algo técnicamente necesario para el guión, demasiado buscado, completando partes que no necesitaban ser demasiado adornadas, pero el resto de príncipes de la moral, inmersos en los devaneos de grandeza, sobran hasta la extenuación.Nos molestan para acercarnos a la verdadera historia de la dama, y su bestia.
Permitiendo varios escarceos tontos y burlones con bailes de corista hacia Kong, lamentable, la relación entre ambos, maravillosa, como la actuación de Naomi, es lo único que nos mantiene firmes a partir de ahí aguantando tanto la ancestral pero demasiado complicada ceremonia de la captura, dónde el comodín Jack no puede con una mujer llena de ternura.
El traslado en el barco, magnífica elección no mostrándolo, hubiera sido ya patético.
El final, caro y conciliador para el público, se muestra más o menos correcto y no demasiado exagerado, salvo la interminable llegada de la bella a manos de un King Kong cabreado por su tremenda fortaleza y la inoperancia de unos aparatos voladores quizás muy fuera de lugar en determinados momentos de la matanza, sin dejar un aliento para la despedida, que a mi parecer recoje la maravilla de una historia que se salva por la realidad que muestra el amor extraño e impagable que ambos sienten.
Magnífica historia de amor, deficiente muestrario de coristas en busca de protagonismo.