Pretendía Minghella embarcarse con esta película en una suerte de frío análisis de la complejidad multicultural de este mundo presente y tan genérico que nos ha tocado vivir, sin darse cuenta que, por desgracia, ha acabado cayendo en el mismo error que todos nosotros, ciudadanos. A pesar de ese "mundo tan genérico", todos cerramos las ventanas por las noches, y él hace lo propio y acaba centrándose en apenas tres personajes, casi uno, incluso, consiguiendo (a su pesar) que Breaking and entering nos suene a una historia anecdótica de ese único personaje, y de los pocos que le rodean.
La película tiene muchas cosas positivas. Es difícil que ocurra lo contrario en un filme de Minghella. La música no brilla, pero está bien elegida, por momentos. La ambientación es fantástica, el diseño de producción, los colores, los cuidadísimos encuadres. Incluso la película, en su primera parte, avanza por un camino interesantísimo, por una paulatina y certera deconstrucción emocional de sus protagonistas. Hay secuencias muy acertadas, y unas pocas (lástima que no demasiadas) que dejan un poso a verdad. Justo ahí donde Minghella aparca por un rato sus pretenciosos y artificiales diálogos de guionista a ratos perdidos: Cuando Law y Wright Penn se pierden en tonterías, en bromas, en chanzas... o cuando sus discusiones son precisamente naturales por absurdas, o por tontas, o por casi inexplicables. Son fantásticos momentos...
...que acaban por perderse por culpa de esa pretenciosidad que ahoga a Minghella. Y llega un momento, no sabría decir exactamente dónde, pero la consumación de la relación entre Law y Juliette Binoche podría ser el punto, que la película comienza a irse, irremediablemente. Navega a partir de aquí, a la deriva, y las buenas intenciones del director y guionista acaban por hacerle naufragar. Tan profundo y acertado quiere resultar en su análisis de nuestro gris presente que su puerta final a la esperanza (ventana final, debiéramos decir) nos sabe a cuento chino, a desenlace impuesto. Al espectador le chirría ese happy end. Por todos los costados.
En el camino, aún así, quedan buenos chispazos, momentos de muy buen cine. Y, atención, muy buenas actuaciones secundarias coronadas por, probablemente, la mejor interpretación protagonista de Jude Law hasta la fecha. Probablemente o, por qué no decirlo: sin lugar a dudas. Con una madurez nueva, con un poso tranquilo en muchas secuencias y explotando sus capacidades más expresivas únicamente en momentos bien escogidos.
Lástima que se desaproveche semejante estado de gracia con la tibieza autista de un Minghella que sólo ha sabido mirar de ventanas para dentro. ¿Interesante? Desde luego. Y mucho. ¿Decepcionante? Probablemente más.