Ver No habrá paz para los malvados es mancharse de tal manera que uno no se la puede quitar en varios días. Y es que la nueva película de Enrique Urbizu consigue mostrarnos lo que siempre se dice: no hace falta copiar a los americanos para hacer una buena película de género.
Y así lo ha demostrado mostrándonos unos días en la vida de Santos Trinidad, uno de esos nombres que perduran, magníficamente interpretado por José Coronado. Y es que en esta película, a la manera en la que Garci lo hizo con El crack se muestra Madrid y la película respira una atmósfera española, sin necesidad de ocultarse para parecer algo más. Uno ve Lavapies, Chamartín o Atocha y no deja de sentirse en una trama real y realista.
Aquí no se necesitan diálogos absurdos, ni explicaciones que no proceden, ni más rostros conocidos que el del propio Coronado para capitanear una historia en la que, como ya hacía Urbizu con La caja 507, coge un tema muy propio de España para construir una película tan nuestra como oscura. Allí era la corrupción urbanística, aquí, el terrorismo. Por el camino nos encontramos con personajes que respiran realismo, desde la juez hasta cada uno de los policías, pasando por los confidentes.
No nos interesa saber qué sucedió exactamente en Colombia, ni el pasado más reciente de Coronado, todo está ahí, apuntado, no relatado, está narrado. El único momento en el que chirría algo es en ese breve momento de la llamada de teléfono de la juez, hablando con su familia, con el fondo de pantalla hubiese valido.
Tal y como comentaba Rómulo, esa poderosa imagen del arma sujeta por el gatillo. O ese momento de Santos yendo a tomarse un kubata a la Penúltima, saliendo y avanzando hasta la cámara para decir: "rock and roll".