El viejo Ludwig puede estar contento. Esta película acaricia su obra, degusta los extractos que aparecen. Es poco usual que yo aguante una escena tan larga de un concierto. Cosa muy dada a producirse en algunos films, y que suele provocarme un aburrimiento letal. Sin embargo, aquí, de principio a fin escucho ese “primer pase” de la novena, sintiendo lo mismo que el público que asiste por primera vez a tamaño espectáculo. El montaje y los movimientos de la cámara, zoom incluido, baila al son de la música sin remarcarlo más de lo necesario. Muy bien, me ha hecho sentir lo que debía.
La relación entre los dos protagonistas, no nos engañemos, es la de siempre. Viejo gruñón insoportable y joven con talento y arrestos suficientes para hacerle frente y para descubrir lo que se encuentra detrás de la bestia. Pero está muy bien llevada, muy bien dosificada.
Ed Harris está tremendo como no podía ser de otra manera. ¿Caerá premio ya sea aquí en Donostia o en los oscars incluso? Hace tiempo que Ed Harris los ronda con avaricia. Si acaso la pega puede ser que Harris tiene un rostro muy característico y que, aun con maquillaje encima uno siga reconociéndole como Ed Harris. Aun así en muchos momentos se me olvida.
La sorpresa es Diane Kruger que aparte de estar bellísima cumple muy bien con su papel y aguanta el pulso a su compañero. Diría yo que es, además, un alter ego de la directora, Agnieszka Holland . Una mujer con talento que se abre camino en un mundo de hombres. Muy eficaz con la técnica o la artesanía podríamos decir. La directora nos ofrece una fotografía apagada de colores fríos y poco saturados, muy similar a la que utilizara en “El tercer milagro”. Una dirección poderosa, personal. Aunque quizá como la protagonista puede carecer del verdadero arte de los grandes, aunque tenga partes muy buenas como cuando Beethoven se acerca furioso y vemos un zoom de acercamiento rápido y corto como una espada.
Un verdadero trabajo musical de fondo, elaborando lo que habría sido el trabajo intermedio. Un gran tributo.