Crítica de la película C.R.A.Z.Y. por Iñaki Ortiz

No se puede decir que nos encontremos ante una película innovadora, pero sí es una buena mezcla de dos estilos, como ya anunciaba en la precrítica, el indy americano y el cine de autor francés. “C.R.A.Z.Y.” es una película que se encuentra a medio camino entre el glam rock de David Bowie y el clasicismo de la chanson francesa de Charles Aznavour.

Y esto, que se ve como un enfrentamiento generacional en la película (véase a padre e hijo cantando cada uno su canción del uno o del otro citado) también supone una importante fusión que hace de un argumento muy convencional una película muy refrescante.

Es verdad que trata un tema muy usado, el hijo que va descubriendo su orientación sexual y el padre que no lo acepta. Pero no está enfocado como un eje rígido e insalvable, habla de las diferencias padre e hijo, que muy bien podrían haber sido otras. No se trata de una película de denuncia, que la tiene, es una película de personajes.

Estos personajes están muy bien tratados, por ser cuidadosamente verdaderos y por ser de sobra interesantes. Naturalmente la palma se la llevan el padre y el hijo protagonista. Un padre, Michel Coté, que está inmenso en su papel. Un hijo, Marc-André Grondin, que tiene buena presencia y momentos de gran brillo pero que aun está algo verde. Digamos que podría estar mejor pero que aun es joven.

Película de grandes momentos, con esqueleto convencional y un guión con retazos originales, conmovedora a momentos, lúcida y de un pesimismo tan retorcido como esperanzador. Que ese dios o destino al que reza no haga realidad ni uno sólo de los desesperados anhelos que son para sí mismo, pero que la vida siga arrolladora, arreglando con la fuerza del tiempo sus problemas es algo francamente esperanzador. Una película que termina con una muerte y que no deja de tener un extraño aire optimista.