La película se aleja del documental y lo hace poco a poco. Los posos de sentarse a enseñar y mostrar los momentos de aquel entonces en Andrés, resultan poco a poco conquistados por la necesidad de contar la historia, y eso le hace perder perspectiva del dato, se convierte en un personaje más de película con las connotaciones reales. Esto es malo si lo que se quería era conocer el lado global del recluso, y por otro es bueno si lo que se quiere es únicamente conocer el interno sentir de la persona dibujada.
A mí me ha ocurrido sencillamente que me he desencantado poco a poco de su formato y de sus pautas iniciales y he terminado por olvidar el personaje real captando el ficticio como el de un guión tierno y lento. Y esto considero que no es bueno, porque se olvida completamente de la parte de contexto lejos de enamoramientos que existe en la necesidad del espectador. Si no fuera por el periodo de crítica posada entorno a la situación de los enfermos mentales en nuestras cárceles, el film hubiera viajado por el camino de la pareja romance sin más.
Esa escena final, ese mostrar pero no mostrar es un camino equivocado excusado en el plano fijo ya inventado. Se vuelve a acordar del morbo y de los hechos para revolver cuando se agotan las balas del amor, por otro lado, narrado con corrección y muy bien llevado por los dos actores principales. Una película más película que documento, que los espectadores de otros paises desconocedores del parricidio verán como una mera película más de género carcelario con la calma del modo de rodar de la modernez, pero eso no es justo para con una historia como ésta.