Hay dos o tres momentitos sueltos en La pasión de Cristo que todavía tienen un cierto mérito visual. Estrictamente visual, no pretendáis encontrar otro tipo de méritos en esta morralla gore y pretenciosa (joder, gore y pretencioso en la misma palabra; esto sólo valdría para justificar la solitaria estrellaza que la planto al paquete de Mel Gibson).
Son un par o tres soluciones formales aquí y allá que me llamaron la atención pero que entre la maraña de sangre y cámara borracha que Gibson multiplica, finalmente pierden todo su efecto.
La película es un uno como un campano porque no tiene sentido como tal. Gibson insiste en el castigo físico que Cristo recibe para salvar nuestras almas, pero se olvida de lo segundo. Para mostrar el lado físico como saco de golpes del pecado moral, hay que saber dar un poso psicólogico o, aunque solo sea, lógico, al conjunto. Hablo de lo que hacen películas como 'Toro salvaje' (íntimamente relacionada a la historia de Cristo), donde La Motta redimía físicamente su progresiva decadencia moral, personal y familiar. Y aquí, para entedernos a la primera, lo que Gibson haría con toda su poca vergüenza sería grabar un combate de dos horas de ese púgil recibiendo un enorme y más gore incluso que violento castigo físico que le elimina literalmente la piel para dejarle en sangrante carne viva ante nuestros ojos.
Para pretender dotar de ese significado a la historia Gibson planta aquí y allá tres o cuatro miniflashbacks, que más que plantados están incrustados, para volver echando hostias a lo que le apetece, la sangre por la sangre, el fustigazo por el fustigazo y oye te has dejado un trocito aquí sin pintar, latigazo que te crió y ya está, todo de rojo. ¿Creías que se acabó? ¡No! Ahora le jodemos un ojo a golpes y que se le derrame y a ver si se me ocurre otra cosa que hacer...
El vacío absoluto de estas dos horas perdidas quedan demostrados con un dato. A lo largo del Vía Crucis (muy conseguido: es un completo vía crucis verlo) se repite hasta 4 veces un momento: Cristo pierde pie y cae estrepitosamente al suelo con la cruz a cuestas, mientras Gibson lo graba a cámara ULTRALENTA, en un plano contrapicado de más de 5 segundos hasta que cae y se da de bruces contra el polvo. Hasta cuatro veces. ¿Por qué cuatro? ¿Y todas igual? ¿A cámara lenta? Es que por lo visto cada una de esas caídas tiene una magna importancia, no debíamos pasarlas por alto, había que filmarlas en todo su esplendor, dilatadas, alargadas, subrayadas. Si es evidente, joder, se ha vuelto a caer. ¡¿Hay algo más importante que eso en el Evangelio, acaso?!