No todos los días tiene uno la oportunidad de acudir al cine a ver una película libanesa, sobre todo cuando tiene unas características tan particulares como esta que ahora nos ocupa. El film de Nadine Labaki es cine de autor en el más amplio sentido de la palabra. No en vano, su directora es también co-guionista y una actriz más del elenco de mujeres que hacen acto de presencia a lo largo del film. Aunque se trata de su primer largometraje como realizadora, esta mujer tiene una nutrida carrera como publicista y directora de videoclips musicales. Ya en el mundo del séptimo arte, Labaki ha intervenido en unas pocas películas como actriz, además de ganar con su corto de fin de carrera -11 Rue Pasteur- en la Bienal de Cine Árabe del IMA en 1997. Caramel fue proyectada en la Quincena de los realizadores de Cannes, donde optó además a la Cámara de oro. Escasas pero interesantes referencias para una directora que, por su juventud, aspira a convertirse con el tiempo en una gran promesa.
La historia del film trata de profundizar en la esencia de lo femenino, sus problemas, debilidades y esperanzas, a través de la reunión de cinco mujeres en un salón de belleza de Beirut. La originalidad del argumento es mayor de la que pueda parecer en un primer momento, y es que es de agradecer que en vez de centrarse en eventos dramáticos como la guerra civil que sacudió a su país -acontecimiento harto explotado por el cine autóctono- Labaki opte por una comedia romántica de naturaleza más cotidiana, aunque no por ello menos interesante. Por consiguiente, la fuerza del film ha de apoyarse necesariamente en la labor interpretativa de sus protagonistas, por lo que no cabe duda de que nos vamos a encontrar ante un plantel de actores de mucha calidad. Dejemos los prejuicios a un lado. No se puede frivolizar diciendo que, cuando hablamos de Caramel, nos referimos solamente a una película de y para mujeres.