Estamos habituados a recibir de Asia grandes películas o por lo menos propuestas diferentes. Que gusten o no al espectador occidental ya es otra cosa, pero lo que es indiscutible es que a nivel argumental -y no hablemos ya del apartado artístico- los orientales se atreven con cosas que otros ni sueñan. Por eso cuando aparece una película de Hong Kong supuestamente de autor que pasa sin pena ni gloria por nuestras pantallas, sin hacer mucho ruido ni levantar grandes ampollas, uno se siente algo decepcionado. Bien pensado, es injusto. Quizás es que estamos mal acostumbrados.
La historia nos presenta a varias personas cuyos destinos se van entrecruzando como por arte de magia, al más puro estilo de Magnolia o Babel, aunque en este caso el nexo de unión proviene del pasado. Limi lleva cuatro años buscando a su novio desaparecido. Enseña su fotografía a todos aquellos que suben a su taxi y trata de buscar un sentido a las cartas que ininterrumpidamente le enviaba. Un día suben a su coche dos traficantes de poca monta, uno de los cuales también busca a su prometida. De otra parte tenemos a Ma Bing y su novia Feifei. Tras un accidente casual, comenzarán a desvelarse los secretos que hay entre ellos y la fatalidad del destino hará el resto. No es casualidad que el thriller acabe derivando en drama.
Cao Baoping se presentaba como un académico especialista en guiones, aunque lo cierto es que la historia de su película no es como para tirar cohetes. Analizando el reparto y el innegable presupuesto con el que ha contado se intuyen los motivos. Seguramente los productores del film lo tenían bien agarrado para que no se desmadrara. La cuestión es que el director se ha pasado de contenido. Su película apenas arriesga y aunque mantiene en todo momento el interés del espectador tampoco le motiva demasiado. De hecho, aunque sus pretensiones comerciales quedan más que patentes, ni siquiera es un film que pueda exportarse al extranjero con garantías de éxito.
La fotografía y la técnica cinematográfica del film son lo que cabía esperar en una producción asiática. Aquí el tratamiento de la luz y el color adquiere unas tonalidades urbanas y frías muy conseguidas. Sorprende que el director comience la película con esos planos cortados y secos de la protagonista para luego filmar el resto de la historia de un modo conservador. Los intérpretes realizan buenos papeles, sobre todo la actriz Zhou Xun, una de las profesionales femeninas más emergentes del país junto a Zhao Wei, Xu Jinglei y la más reconocida Zhang Ziyi. Tiene ciertos momentos de histerismo interpretativo, pero sale airosa de la situación. También están correctos los actores Deng Chao, Zhang Hanyu y sobre todo Wang Baoqiang, interpretando al iluso pueblerino reconvertido en delincuente.
Aunque resulte entretenida, The equation of love and death es una película convencional que podría haberse realizado en cualquier otro país desarrollado del mundo. Suena un poco duro, pero podemos hablar de falta de personalidad. Desde luego, no es representativa del cine que se hace en China. O al menos del cine chino que llega al resto del mundo. En cualquier caso, parece mentira que esta película haya ganado el premio Nuevos Directores de Zabaltegi en el Festival de Cine de San Sebastián...