Partía yo en la precrítica de una pega: a mí la guerra del golfo ni me va ni me viene. Y mira tú por donde que el inteligente Sam Mendes ha reconvertido ese defecto en virtud. Porque, ese es uno de los temas de la película, que la guerra ya no es lo que era, y menos en el desierto. La guerra avanza un kilómetro en la que te descuidas. Y como se ve, ni siquiera tienen su propia música. Los marines que se exaltan en esa magnífica escena de la proyección de la archiconocida escena de “Apocalypse Now” y su cabalgata de helicópteros, se dan cuenta al llegar al desierto que no es lo que ellos esperaban. Recuerdan a los hastiados legionarios romanos de los comics de Astérix (apuntate a la legión decían, verás mundo). Y aquí vemos la verdad sobre los marines, pajas, aburrimiento, cabezas huecas (o cabezabotes mejor dicho), más pajas, etc. Quizá una de las cosa que más me gustan de la película es que sea capaz de mostrarte a la vez el horror de la guerra y la impotencia de no poder matar a nadie (toda una paradoja).
Algo que también me ha gustado es su carácter metabélico. Como en la citada escena de “Apocalypse Now” o sus referencias claras a “La chaqueta metálica”, y en general, por comparación, a las guerras anteriores. Es una descripción de cómo son las guerras hoy en día.
Los actores están muy bien. El protagonista, además de la habitual transformación física (que ya no sorprende ninguna después de lo que hicera Christian Bale para “El maquinista”), hace un buen muy buen trabajo en un personaje controvertido. Pero me quiero fijar en otro actor: Peter Sarsgaard, a quien ya habíamos visto hace poco en “Plan de vuelo” y que ofrece una imagen difícil, poniéndote en la tesitura de decidir si su personaje te cae bien o no. En todo caso resulta carismático. Ni mencionar lo bien que está Chris Cooper, como siempre, y muy eficaz Jamie Foxx en un papel muy para él.
La fotografía me ha maravillado. Esa luz intensa del desierto y esas imágenes poderosas a la luz naranja del fuego en la noche. Toda una escena a recordar, con esa frase de “La tierra está sangrando”. Aquello parecía casi como si hubieran entrado en Mordor. Aquí es donde se concentra la mayor parte de la poesía de la película, que yo auguraba en mayor dosis pero que al final se ha quedado en mucho menos, en una película de corte mucho más realista. Y esto demuestra una vez más la versatilidad de uno de los mejores directores del momento, Sam Mendes, que pasa de un género a otro, e incluso de un estilo a otro. Esto no quiere decir que no tenga estilo propio, claro.
Por supuesto otro punto a favor es su crítica sin altavoz. A veces la simple descripción ya es una buena crítica. Muy en su justa medida.
Una cosa que no me ha convencido ha sido la escena en la que el protagonista está a punto de matar a su compañero. Me ha parecido un tanto irreal y un poco forzada.
Por lo demás una buena película realista, pero a la vez sin perder su carácter cinematográfico. Bien hecho. Esperando la cuarta.