Crítica de la película La sombra del iceberg por Romulo

Una de las más célebres instantáneas de la Guerra Civil es obra de Robert Capa. El más avispado sabrá de qué imagen hablo: un soldado en el instante mismo de ser abatido, los brazos abiertos, casi desarticulados ya, el arma cayendo, su figura borrosa, en movimiento. Blanco y negro.

El mito a muchos se le cae al descubrir cuestiones como que Robert Capa fue en verdad la creación de dos fotógrafos que conformaron así una agencia y una leyenda con la que dar mayor repercusión a sus fotografías. O que, si nos atenemos a la rumorología, la foto estaba preparada.

Sobre este segundo punto indaga La sombra del iceberg, pero su hipótesis no es novedosa, hace mucho que distintas voces insisten en el supuesto fraude de la fotografía. Claro que Doménech y Riebenbahuer, directores y debutantes, quizá ahonden más en otra idea: el montaje no desvaloriza la fotografía, que sigue funcionando como icono y sobre todo mantiene su sentido histórico ahora como lo tuvo ideológico en su día.

Son muchas las fotografías de guerra de la primera mitad del XX que, pese a su aspecto de documento periodístico, de testigo del momento, fueron realmente montajes, imágenes perfectamente preparadas y estudiadas. Muchas de ellas se han olvidado para siempre, siendo este su mayor fracaso, pero entre varios de los símbolos que siempre serán recordados no descartemos que haya más de uno de estos que llaman... "fraudes".

Como aficionado a la fotografía e incluso practicante en tiempos muertos, y desempolvando en mi casa algún viejo librillo con fotografías de ese fantasma llamado Capa, miro a La sombra del iceberg con un puntito de interés, pero pesa más una pena: que finalmente el interés de sus directores recaiga más en el análisis de lo que pasó que de lo que fue. Veremos...