Muy contento he quedado con esta película, que como siempre ocurre con este director, es muy particular. Se trata de una especie de mixtura de géneros, algo que me encanta encontrar en las películas. Por un lado es una película de magia, de brujas y magos, de personajes encantados que esperan el beso de una joven, con mucha base en “El mago de Oz”. Por otro es una historia de las montañas, bien podrían ser los Alpes y bien podría ser el pueblecito de Heidi. Con esto ya estamos uniendo dos conceptos de primeras distantes. Además, de telón de fondo y a modo de antibelicismo tenemos esa guerra cruenta con destructores y pequeños vehículos aéreos de ágil movimiento alado. Parece como si Miyazaki hubiese echado mano de varios de sus trabajos anteriores para conseguir un resultado enriquecedor.
Todo para contarnos finalmente historias de personajes que tienen un pasado pero sobre todo que tienen un futuro. Apenas se puede hablar de personajes malvados, aquí el malo de la película va por dentro, el egoísmo en la mayoría de los casos. La bruja que de primeras parece que vaya a ser la gran villana del cuento termina convirtiéndose en una pobre vieja.
Aunque la historia y el guión me gustan, debo decir que hacia el final se me han hecho un pelín largos, no demasiado. Este sería el punto en contra para darle la máxima nota, así como ese final excesivamente feliz, el renacer del espantapájaros en hijo del heredero ha sido muy excesivo.
Como siempre la animación estupenda, distinta, mágica. Esas viejas de cara arrugadas, esa bruja atravesando a la pobre protagonista, o ese mago dejando un rastro viscoso. Y sobre todo esos pueblos y ciudades vivos a más no poder, con su humo y con grietas en las casas, manchas y un ambiente que se puede palpar. Paisajes nevados que nos muestran gráficamente la paz interior de una anciana sin miedo a la muerte.
Muy completa: animación, magia y personajes. ¿Quién da más?