Es difícil, aunque muchas veces productivo, observar lo que nos rodea con nuevos ojos. Se suele decir ante ciertas particularidades cotidianas "imagina que llega un extraterrestre y se lo tienes que explicar". Imagina que, efectivamente, un extraterrestre llega a la tierra y se queda desconcertado -si es que en su especie existe el desconcierto- mirando un show cómico de la televisión, con un tipo extraño provocando reacciones aún más extrañas en un público entregado. Imagina su reacción al vislumbrar la grotesca mecánica del sexo. Imagínalo observando la naturaleza, o dentro de una discoteca. O no lo imagines, mejor ve la última película de Jonathan Glazer, Under the Skin.
La extraterrestre es una depredadora caníbal implacable, sí. De hecho, la película tiene un inquietante tono terrorífico. Pero desde el primer momento, se aprecia una vocación de antropóloga. Se pone -literal y figuradamente- en la piel del ser humano. Observa sus extrañas costumbres, sus particularidades sociales, sus taras, su debilidad. Tenemos así una visión algo patética, y al mismo tiempo tierna del ser humano. Conectar con sus debilidades -el desamparo en el refugio, la agresión- es precisamente lo que va dotando de humanidad al personaje.
Aunque el núcleo de la obra pueda ser la transformación del personaje y la aséptica mirada a la sociedad, el revestimiento -la piel- de la película es una inquietante capa de terror, principalmente sensorial. Una de las secuencias más sobrecogedoras es la de la playa. Vemos un acto de pura humanidad, imprudente, emocional, irracional. Y como contraste, los dos mayores actos de psicopatía profunda, de incapacidad de sentir empatía o culpa. Los hechos en sí mismos ya son sobrecogedores, pero el tratamiento formal es demoledor. Será por el sonido constante del mar, el golpear de las olas sobre un suelo rudo, de piedras oscuras. Por lo imprevisto de la acción, por el carácter secundario que se le da a una situación terriblemente dramática. Glazer consigue una ambientación psicológica que lo hace comparable a directores actuales como Paul Thomas Anderson (especialmente en sus dos últimas películas) y Steve McQueen.
La obstinada reiteración musical,
lejos de ser un defecto, se convierte en una de las bazas de la
película, que junto con un sonido ambiental de ruido natural
(algunas conversaciones apenas se escuchan) consiguen una banda
sonora sofocante. El ritmo de la película, a veces detenido, como en
el refugio, otras con un montaje inusualmente frenético, como en
algunos diálogos en el coche, te llevan a un estado de inquietud y
alerta constante. Sorprende también la mezcla de estilos tan
opuestos como el de cámara oculta (algunas escenas del coche se
grabaron así) con una licencia estética en el "matadero" de los
extraterrestres. En medio de un paisaje urbano, Glazer dibuja cuadros
oscuros y surrealistas, con una atmósfera malsana que nos puede
hacer pensar en Lynch, o por situarle en nuestro tiempo, hermanarla
con la agobiante fotografía de Enemy. El paisaje se convierte
en un cuadro impresionista, que diluye sus formas y colores, en ocasiones, con toques surrealistas.
Otro hallazgo de Glazer es representar
a los extraterrestres, salvo en muy contadas ocasiones, con una forma
absolutamente cotidiana. Para dibujar el horror de un depredador
sediento de sangre humana, el director no busca figuras monstruosas o
paranormales, sino que recurre a algo tan terrestre como un
motorista. Su estilizado y poco habitual punto de vista a la hora de
retratar a este personaje lo convierte en siniestro, terrorífico. Se
comprende, igual que en su anterior película, la excelente
Reencarnación, por qué Glazer se ha ganado para muchos el
apelativo del nuevo Kubrick. Por cierto, muy patente también en el
"viaje" inicial. En cierto modo, la forma de "mirar" de Glazer y de Kubrick, es bastante extraterrestre. Estos personajes tan poco sobrenaturales,
revelan su verdadera condición cuando muestran su indiferencia ante
el drama humano, o cuando hacen gala de una terrible eficiencia de
cazador, como en la escena en la que el motorista abre el maletero,
adelantándose fríamente al momento de matar a su víctima.
Curiosamente, el único uso visual de la figura extraterrestre
aparece para remarcar su aspecto más humano: una agresión que no
solo mancilla el exterior, la piel, si no que destruye
concienzudamente lo interior.
Scarlett Johansson
Y dejo para el final uno de los grandes
pilares de la película, su protagonista. Es curioso que, apareciendo
desnuda sin complejos en pantalla tanto como aparece, esta es, sin
duda, su papel en el que menos se la trata como a una mujer objeto
entre lo que ha hecho recientemente. Estamos acostumbrados a verle en
las películas de Marvel, o en algunas comedias románticas, siendo
muy sexy pero poco más. Aquí va mal maquillada, lleva una ropa que
no le favorece especialmente, y en general, se diría que es una
mujer real -curioso también que precisamente consiga ser más
"humana" que nunca cuando interpreta a una extraterrestre. Con
esta película, Johansson nos recuerda lo buena actriz que sabíamos
que era, y sin necesidad de afearse, como acostumbran las estrellas
cazadoras de Oscars, simplemente siendo una belleza natural. Su papel
tiene la complejidad de tener que representar emociones diferidas,
fingidamente humanas, las de un "traje" dirigido desde una
emoción interior. Pasar de lo fingido a lo inexpresivo. Y, aunque he
empezado destacando que precisamente aquí no es un objeto sexual,
también debe ser capaz de pasar por un cebo que atrae sensualmente a
sus víctimas, sin estar favorecida por su caracterización. Y vaya
que si lo consigue.