Pocas veces nos encontramos ante un trabajo tan prometedor como este. Tanta expectativa siempre da un poco de miedo, porque puede quedarse un poco en menos. Sólo el nombre de Michael Haneke ya es una importante garantía. Antes de su innecesario autoremake de Fanny Games, el austríaco nos había regalado esa joyita que es Caché. Aunque su película más interesante seguramente sea La pianista.
En esta ocasión, su propuesta es muy ambiciosa. Por un lado nos quiere contar una historia con secretos, con cierta perversión de fondo, algo muy propio para su torcido estilo. Conseguirá ambientes psicológicamente cargados, cierta angustia subyacente. En este sentido será perfectamente autosuficiente e interesante. Pero además, existe una intención de fondo de reflexión sobre la semilla del nazismo, que lejos de chocar con la trama principal, la enriquecerá aún más.
Un sobrio blanco y negro, sin nombres demasiado reconocibles en el reparto. Toda una invitación en crudo, que no debe hacernos recelar. Palma de oro en Cannes, donde también se llevó otro premio. Ahora tenemos ocasión de verla en el festival de San Sebastián donde recibirá el premio FIPRESCI.