Es probable que Epitaph sea la película más bonita del festival. No me canso (igual un poco sí) de repetir lo increible de la fotografía de las películas surcoreanas. Ésta vez vuelve a estar a la altura. Además, se encuentra dirigida de una manera preciosista y se agradece ver una película planificada al milímetro en un mundo donde lo que se lleva a hora es mucha cámara al hombro y planos sucios.
La película, como digo, es preciosa... pero es basura. Se trata de un compendio de mecanismos de terror japonés. Género que, como he repetido ya en innumerables ocasiones, está muerto. Lo que pasa es que la película consigue ir un poco más allá en su despropósito. Al problema que supone para cualquier occidental identificar las caras de los orientales, se une una de las peores estructuras narrativas que he visto en mucho tiempo. No me he enterado de nada. Es un hospital. Son tres historias de fantasmas. Lo remarco porque al principio no me había dado cuenta. Y no sólo eso: ¿a qué historia pertenece cada escena? Inaceptable.
Una vez más el cine coreano demuestra que podría ser la mayor potencia cinematográfica del mundo, si no fuera porque la mayoría de las veces no tienen nada que contar.