Ya conocemos a este director de sobra, ya hemos podido comprobar que de lo excéntrico saca minerales preciosos, y que con sus planos de tiralíneas podemos difrutar como enanos aunque la historia sea algo descabellada. Vamos, éxito asegurado al menos en el plano visual.
Como en la mayoría de las ocasiones, esta vez espero que también logre, aunque parece que más y mejor, llevar esta historia de pareja hasta el límite de la codicia humana, de sus necesidades y límites mentales. Una oferta donde intentará volver a llevarnos de la mano de los instintos y sentimientos más primarios unidos al la extravagancia menos casual.
Sinceramente, es una ocasión para ver una película algo más extraña de lo habitual, pero buena y firme, sin carencias porque no imita, se nutre de sus propias ideas y conceptos, con personajes que se revolucionan a sí mismos. Como dice mi compañero Sherlock, el Almodóvar asiático.