No es El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford una obra redonda, creo que algún que otro detalle se lo impide, entre ellos quizá una cierta autocomplacencia en cuanto a la profundidad, confusa empatía y compleja riqueza de los dos personajes nucleares que presenta. El director Andrew Dominik es perfectamente consciente de los muchos matices que es capaz de dibujar en ellos y se toma todo el tiempo del mundo, se recrea.
Ésto también incide en el ritmo de la película, de principio a fin pausado, sin un sólo atisbo de prisa. Esto no es negativo, en general, si bien sí existe algún pasaje suelto en la cinta algo más descolgado del interés constante de la narración.
Pero son cuestiones menores, porque El asesinato de Jesse James es una película abiertamente diferente, plena de aciertos y hallazgos, exquisita en sus formas y cuidadosa en decenas y decenas de detalles. Cuenta, además, con dos actores en estado de gracia: Brad Pitt y Casey Affleck, que demuestran toda su capacidad y talento sin necesidad de dibujar sus personajes en base a gestos mayores ni excentricidades.
El aspecto visual de la película es sin duda una de sus virtudes más remarcables. Todo el film destaca en este sentido, regalando además varias secuencias que simplemente alcanzan el terreno de lo sublime: Escenas como la llegada del tren antes de ser asaltado, con esa luz fantasmágorica que se cuela entre los árboles del bosque.
Igualmente, Dominik acierta a dilatar el tempo narrativo en varios instantes, creando escenas de una tensión mayúscula cimentada sobre largos silencios. La secuencia del célebre asesinato es un ejemplo diáfano.
La suma de los diferentes elementos narrativos acaba por conferir a James un áura entre oscura y legendaria, así como un perfil casi maldito, ya de inicio, al "cobarde" Robert Ford. Mérito todo ello de los actores pero, tanto o más, del guionista y director.
Estamos sin duda ante una de las películas de los últimos años que más satisface descubrir, más allá de sus múltiples virtudes y nimios errores, por haber sido capaz de plasmar un western con un espíritu tan diferente, personal y deslumbrante.