La sangre brota ha derrochado calidad. Pero por momentos y a trozos. En su conjunto no la considero una gran película, es una película que quedará ahí. Al igual que Entre os Dedos, ha sido una declaración de intenciones cinematográficas. Y me voy a pedir a mí mismo una nueva lectura de la cinta con un segundo visionado de la misma.
Ésta es una cinta muy urbana. Desde el paisaje que nos muestra, el de la ciudad, el de los locales turbios, los parques públicos. Hasta por el carácter de sus protagonistas. El taxista, resignado, con principios pero desorientado. Su mujer, en un laberinto de apariencia. Su hijo y la eterna adicción. Bueno, así podríamos seguir. Me ha gustado especialmente la caracterización tan robusta que han tenido estos personajes.
Gracias a esta robustez la peli ha gozado de cortes, de secciones y minutos para cada uno de ellos. Y al final todos ellos se encuentran y crean una bomba de relojería. Grande.
Por momentos he pensado en darle un dos. Pero la convertitía en un pobre producto, algo mediocre que pasa sin pena ni gloria. Y tampoco lo es, porque derrocha personalidad y singularidad. Sin llegar a ser algo hermoso. Se gana el tres porque ha ido pinchando en el espectador poco a poco. Un final brutal que va acorde con el título de la cinta. Otra traca final de las que me gustan, de las que me hacen fruncir el ceño y apretar los dientes. Curiosa segunda película del director de Pablo Fendrik. Con Argentina se juega a ganar casi siempre.